miércoles, enero 15, 2014

AUTODEFIENDASE USTED MISMO





Para serles sincero, desconfío un poco de los grupos de autodefensa.
            Veo las fotos que aparecen en los medios impresos y digitales. Ahí están, con su armamento de última generación, sus camionetas BMW y Lobo, sus sistemas de radiocomunicación de punta.  Evidentemente, no se equiparon ellos solitos con sus sueldos de jornaleros: ahí alguien metió lana, y mucha.
            He de decirles que también desconfío un poco del doctor Mireles, su líder visible. Tan impostado, con la imagen tan cuidada de revolucionario 2.0 (su sombrero de ala ancha, chaleco antibalas negro, sus radios, sus botas. Un verdadero outfit rebelde que parece escogido por un asesor de imagen). Desconfío también de sus acercamientos a gobernación, su aparente cohabitación con una clase política que es, en el fondo, la responsable de la descomposición social que llevó a la Tierra Caliente a hacerle honor a su nombre. Lo siento: ya no soy el veinteañero que se emocionó con el Subcomandante Marcos y sus proclamas poéticas  El doctor puede tener buenas intenciones –démosle el beneficio de la duda-, pero es indudable que hay alguien que lo coachea desde lo oscurito.
            Además, ese armamento que traen dice mucho. Adquirir en México esa cantidad de armas tan sofisticadas sólo puede hacerse con la anuencia del Ejército. Recuerden: estamos en la época de la NSA y los satélites de espionaje.
Por otro lado, también  considero a estos grupo una respuesta lógica (sea de quien sea), ante el brutal dominio del crimen organizado en Michoacán.
            El mismo concepto de autodefensa me parece peligroso. Recuerdo muy bien que estos grupos, muy coincidentemente, se presentaron ante la sociedad más o menos en la época en la que Enrique Peña Nieto estaba en campaña presidencial. Esos tiempos en los que el actual mandatario prometía crear un Cuerpo de Gendarmería para combatir al imparable crimen organizado, herencia por igual de la inopia cómplice de Vicente Fox que de la imprudencia sociópata de Felipe Calderón.  El concepto de gendarmería siempre me sonó demasiado paramilitar, más cercano a las Camisas Negras de Mussolini  o a los Tonton Macoutes de Papá Doc que a los Carabineros de Chile.  Consideré que serían más bien grupos que se dedicarían a la persecución de la disidencia política y dejarían el combate al crimen en segundo plano.
            A pesar de mis reticencias y dudas, es indudable que el pueblo de Michoacán –como cualquiera en el país-, tiene el derecho irrestricto de organizarse en defensa de sus familias y patrimonio en caso que el estado se vuelva incapaz de garantizarles seguridad.  Siendo que hay regiones enteras en el país en donde el gobierno mexicano ha perdido todo control de la situación –Tamaulipas, Sinaloa, el mencionado Michoacán-, era lógico que en un momento dado la población se iba a arremangar las mangas y a hacer lo que los ineptos gobernantes se negaban a realizar: protegerse de los criminales.
            Los Caballeros Templarios, el grupo que actualmente controla Michoacán tiene características muy particulares que lo hacen especialmente pernicioso: no son un cartel como el de Sinaloa o el del Golfo, ni son un ejército mortífero y eficaz como los zetas. Son un grupo que actúa con la lógica de una secta religiosa –de ahí su cohesión- y que además aspira a ser más que un simple negocio: quiere adquirir funciones de gobierno en sus zonas de influencia. En los municipios en donde mandan –o mandaban-, los Templarios son señores de horca y cuchillo, dispensadores de su muy particular concepto de justicia y constructores de un pacto social que sustituye al del estado.
            Adelanto una hipótesis del origen de las autodefensas: queriendo ensayar otro tipo de combate al crimen, el naciente gobierno de Peña Nieto alentó en un principio el crecimiento de estos grupos. Finalmente, al ser del “pueblo”, tendrían mejor aceptación y apoyo entre la población, y con ellas, paulatinamente, Peña Nieto formaría sus tan sobadas gendarmerías. Considero que, quienes diseñaron la estrategia, no pudieron predecir que las autodefensas se les saldrían de control; no pudieron predecir que mucha buena gente, bien intencionada, valiente y desesperada, se uniría  a estos grupos y les cambiaría su naturaleza. Pronto los líderes quedaron rebasados, y las autodefensas comenzaron a tener una autonomía que el gobierno mexicano no estaba dispuesta a otorgarles.  Finalmente –utilizando la lógica de quienes están en el poder-, quienes combaten a las huestes Templarias pronto se darían cuenta que también podrán combatir al otro crimen organizado: el que se orquesta desde el gobierno. Y eso, señores, no podía tolerarse.  

            Es especialmente perverso que el estado mexicano ahora pretenda desarmar a las autodefensas que antes apapachó, justo en el momento en que los Caballeros Templarios están en retirada. Todo esto, con orquestada campaña mediática que incluyó –but of course- la transmisión mediática de un video editado en donde el doctor Mireles insta a entregar las armas a sus seguidores. Es como si, en lugar de salvaguardar la seguridad de la población, los gobernantes quisieran apoyar a los Caballeros Templarios.
             Todo esto tendrá, por supuesto, con un costo terrible: los narcotraficantes –quienes están en el monte, esperando que las cosas se calmen-, regresarán para hacer una masacre masiva con sus enemigos. Aquellos que formaban parte de los grupos anticrimen, ahora indefensos, quedarían a expensas de las legiones de la Tuta & company. Los templarios –o la mafia que los sustituya- sentará sus reales con todo en las sufridas tierras michoacanas y todo seguirá igual, aunque peor, pues la gente habrá aprendido que el gobierno, entre la gente y los criminales, se entiende mejor con los segundos.
            (Como si no lo supiéramos)
            Veo, sobre todo, un precedente terrible para el país: el inicio de pequeñas guerras intestinas que dejarán al país más ensangrentado de lo que está, pero que, sin embargo, traerán pingues ganancias a los que en este momento les venden armas a ambos bandos. Esos, por supuesto, serán siempre los ganones de esto.
            Mientras, los demás, tendremos que aprender a caminar pecho tierra.

Omar Delgado

2014

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una premisa de la guerra es que tu enemigo también se convierte en tu proveedor, si lo estudiaste y sorprendes, puedes hacerte de sus recursos. En este caso, las camionetas blindadas y las armas de alto poder, muchas de ellas llegaron vía sus enemigos por confiscación luego de un combate o abandonadas por verse sorprendidos. También es dicho que gente de Michoacán qe radica en otros lados por huir del crimen, ha aportado dinero para la compra de armas y equipo. Legal o no, sí es legítimo y hasta en tepito te encuentras una RGP o una bazuca.

Yoatecutli dijo...

Mi estimado:
1) Efectivamente. Mucho del armamento y pertrechos los han adquirido las autodefensas por confiscación LUEGO de iniciar los combates. Sin embargo, para hacerse de ellas, tuvieron que estar armados y tener vehículos al principio. En definitiva, las autodefensas no comenzaron a actuar con navajas suizas: alguien les paso recursos para que se armaran.

2) Me parece lógico de los aportes de dinero de la gente que ha huído. Muchos de ellos son aguacateros o productores de legumbres que han sufrido en carne propia las acciones del crimen organizado.

3) "hasta en Tepito te encuentras una RGP o una bazuca". Efectivamente, pero no es lo mismo comprar una que comprar mil. Para comprar ese número de armas necesariamente tuvieron que recurrir a un traficante de armas mayor, y eso, no pasa desapercibido.

4) Su proceder es totalmente legítimo. Todos tenemos derecho de defendernos si el estado es incapaz de hacerlo (o si él mismo es el agresor)

Saludos