Fiestas sexuales en la ciudad de México
Un lugar acogedor
Elena[1],
una elegante señora de cincuenta y dos años, viste de minifalda de cuero y
blusa de seda. Su cuerpo aún tiene rastros de una belleza que en su juventud
debió ser arrebatadora. Sin embargo, sigue linda. Lo más atractivo de ella,
además de su sonrisa, es su cabello, largo y tan oscuro que se pierde entre las
tonalidades negriazules de su blusa. Luego de algunos tequilas, toma la mano de
dos jóvenes y los lleva a la habitación conjunta en tanto que varios hombres más la siguen como
si fuera la abeja reina. Unos minutos después, la blusa y la falda yacen sobre
la alfombra mientras ella, de rodillas, chupa los miembros de tres caballeros,
alternando las caricias de su boca con las de sus manos. Se le ve dueña de la
situación, experta.
Uno de sus
acompañantes, de cabeza rapada, vestido aún con un elegante Ermenegildo Zegna, la pone en pié y la
empina. Cuando la penetra, ella suelta un gemido discreto y vuelve a atender
con su lengua el pene del otro partner. A pocos metros del trío —que en pocos minutos
se volverá sexteto—, un hombre canoso, de camisa a cuadros, observa complacido
mientras se masturba. Se vuelve a mí, me sonríe y con un movimiento de cabeza
me invita a participar con el grupo. “¿A poco no es tremenda mi esposa, joven?”,
me comenta sin que yo perciba en sus palabras algún rastro de ironía. “¡Éntrele
también, ándele!”.
Nos encontramos en Swingeros, nombre de un club informal
en donde se todas las semanas se realizan fiestas sexuales. En realidad, es una
casa habitación que se ubica sobre una de las principales avenidas del sur de
la ciudad. En el frente de la casa se tiene un local que los administradores
han habilitado como expendio de tacos, en parte para disimular el giro
verdadero de la casa y en parte para diversificar sus ingresos.
A Swingeros lo
atiende un matrimonio que se conforma por Laura, una espigada y discreta
morena, y Mauricio, al que ni siquiera su permanente sonrisa le borra la
ferocidad de la mirada. A quien llega al lugar sólo le basta cruzar unas palabras
con él para intuir los problemas en los que se meterá si no se comporta según
las normas de urbanidad. El es el que
me recibe a la entrada. “¡Qué bueno que llegaste! Pásale. Todavía estamos
esperando a tres parejas”. Luego de que me revisa que no traiga ni armas ni
cámaras fotográficas, le pago los trescientos pesos de la entrada.
Me invita a tomar
asiento en la estancia, en dónde veo a una pareja y a siete hombres solos más.
Mentalmente hago cuentas acerca de los ingresos de esa noche: dos mil cuatrocientos
de los singles, seiscientos de las
cuatro parejas (la que está y las tres que llegan en el transcurso de la noche),
hace una nada despreciable cantidad de tres mil pesos para una sola noche. Cada
semana, Swingeros hace entre tres y cuatro fiestas, lo cual hace suponer que,
con una mínima inversión (algunas botellas de tequila, vasos de plástico,
refrescos), Laura y Mauricio tienen una ganancia neta de más de cuarenta mil
pesos al mes.
La parte baja de la
casa en donde se hospeda Swingeros está dividida en tres habitaciones: la
estancia, que es donde los invitados conviven y participan en juegos y bailes,
y dos privados en donde las personas que quieren interactuar con otras pueden gozar de un espacio más íntimo.
Las fiestas tienen
la misma rutina: los convocados llegan entre las ocho y ocho y media de la
noche, conviven, platican entre sí, se desinhiben. A las 9:00 de la noche llega
un show de topless y chipendale que prende los ánimos de los
invitados. Luego del espectáculo, Mauricio organiza juegos —principalmente de
cartas especialmente impresas para la ocasión—, en dónde los invitados tienen
que someterse a diversos tipos de castigo: los hombres pronto son desnudados y
las mujeres son inducidas a cachondearlos. Hay una regla de oro: nadie está obligado
a hacer lo que no quiere hacer; sin embargo, muy pocos de los invitados se
resisten a interactuar.
Pronto, escenas como
la protagonizada por Elena se multiplican por toda la casa, en los rincones se
acumula la ropa y en los botes de basura, los preservativos usados. Mauricio y
Laura vigilan todo con discreción sin participar en la fiesta. Se mantienen al
margen, cuidando a sus invitados. Cuando regreso por mi ropa, encuentro que
todo está en su lugar: la cartera, los celulares, el reloj. La seguridad —me
comenta Mauricio—, es algo que para ellos es indispensable: nadie se ha quejado
de haber sido robado en el club.
La política
funciona: el grupo Swingeros es uno de los de mejor fama en el circuito de
fiestas sexuales de la ciudad.
Las llaves del paraíso
Las fiestas sexuales de este
tipo son un producto de las que se realizan, desde hace años, en el ambiente
swinger en el país. A diferencia de éste, en donde lo usual es el intercambio
sexual entre parejas, en las fiestas sexuales es más frecuente el sexo grupal.
Tríos, cuartetos y sexo multitudinario (especialmente en su variante Gangbang[2]) son prácticas
frecuentes en este tipo de reuniones.
Sin embargo, esta
clasificación no es tan rígida, pues dentro del ambiente de parejas liberales, que
llegó a México aproximadamente en los años setenta y se consolidó en las
décadas posteriores, también se consideran swinger
los tríos, tanto de dos hombres con una mujer como los de dos mujeres con un
hombre. La enorme diferencia que existe entre las prácticas swinger clásicas y
las reuniones actuales es que en las primeras el factor económico no estaba presente.
En la página WEB www.swingers.com.mx, se hace referencia
a un párrafo que explica a profundidad la esencia del concepto swinger:
“A diferencia
de "las relaciones abiertas " de los años 70 que promovieron la
tolerancia a la infidelidad de los cónyuges (ÓNeill y ÓNeill, 1972), o el
"poliamorío" (Wesp, 1992) - el amor entre mucha gente - Ser swinger
es la actividad sexual no-monogámica, tratada como cualquier otra actividad
social, que se puede experimentar en pareja. La monogamia afectiva, o el
compromiso amoroso con el cónyuge o pareja, sigue siendo el punto focal. El
practicar "swinging" se hace en la presencia de el (sic) esposo o compañero amoroso y
requiere generalmente el consentimiento de ambos previo a la experiencia.
Aunque los swingers a menudo se vuelven amigos cercanos de otros swingers,
existen reglas que restringen el involucramiento (sic) emocional con los compañeros que no pertenecen a la relación.
Aunque practicar el estilo swinger implica el tener sexo con otra gente además
del esposo, sus adherentes proclaman que afianza la relación de las parejas
sexual y emocionalmente. Quitando la secrecia (sic) y la falta de honradez inherentes en sus deseos naturales
para la variedad sexual, los pares pueden explorar sus fantasías juntas, sin
engaños o culpabilidad. Quitando la necesidad para el engaño en la relación, un
nuevo nivel de confianza y franqueza sobre los propios sentimientos es
alcanzado, supuestamente, sin el bagaje destructivo de los celos. (McGinley,
1995)[3]
En general, hasta hace unos
años, los contactos entre parejas swinger se daban en clubes privados, cines
XXX, bares especializado y a través de publicaciones especializadas. Dichas
mecánicas de contacto no eran muy distintas a las que utilizaban —y utilizan—, otras
minorías sexuales tales como los grupos lesbico-gays, travestis, bisexuales y
afectos a prácticas BdSm[4].
Afortunadamente, para
ellos, llegó la Internet,
por lo que todos estos grupos pudieron contar con una herramienta invaluable
para vivir su sexualidad de una manera más libre. Pronto se generaron páginas
WEB especializadas, grupos de mensajes exclusivos, páginas de charla y demás
instrumentos de difusión y contacto.
Las fiestas sexuales
se han llevado a cabo en México desde hace décadas —e incluso desde hace siglos[5]—.
Sin embargo, debido a la necesidad de discreción y, sobre todo,
salubridad, hicieron que estas reuniones
fueran de acceso restringido. Muy pocas personas que no estuvieran ya dentro
del ambiente swinger —o tuviera un conocido en él—, podía entrar a aquellos
paraísos de piel y sudor. Fue hasta hace pocos años —cuando mucho cinco—,
cuando gracias a la red, algunas parejas tuvieron la posibilidad de organizar
reuniones de acceso menos encorsetado. Nombres como Gus y Mary, Marcela y Alex
o Diosa Greca aún suenan dentro del
ambiente aunque algunos de ellos ya se retiraron.
Actualmente hay
múltiples grupos que organizan fiestas de carácter sexual. La oferta de
prácticas también es extensa, pues existen desde fiestas de intercambio y tríos
heterosexuales hasta reuniones bisexuales, homosexuales y de travestismo;
también se organizan reuniones sadomasoquistas o prácticas de sexo grupal en
donde una mujer interactúa con tres o más caballeros.
Sin embargo, las
opiniones acerca de estos grupos son muy divergentes. La conocida sexóloga
Anabel Ochoa opina que estos grupos “No son más que un padroteo y un putero”[6],
pues sostiene que dichas reuniones, y algunos clubes que se asumen como
“swinger”, han desvirtuado totalmente la ideología de tal movimiento.
Aparentemente, los
organizadores de dichas fiestas se percataron en algún momento de la
oportunidad de negocio que representaban los miles de singles ansiosos de participar en una fiesta de índole sexual. En
dichas reuniones, donde es obligatorio el pago por derecho de participación,
priva la modalidad conocida como gangbang,
ya mencionada en líneas anteriores.
Para cualquiera que
desee ir a alguna de estas reuniones, el camino es sencillo. Sólo tiene que
tener una cuenta de correo electrónico pública (ya sea en los servidores
Yahoo!, Google o Hotmail), y con ella inscribirse en algunas de las páginas de
grupos especializados de dichos servidores.
Una vez hecho esto, pronto le llegará un mensaje como el siguiente:
PATY
PRIMOROSA
Y
PAREJAS
MEXICO
TE INVITAMOS
A SER PARTE IMPORTANTE DE NUESTRAS YA TAN GUSTADAS TARDEADAS DE MARTES EN
DONDE TODOS, LO MENOS QUE SE LLEVAN ES UNA CARA SATISFACCION QUE ES
IMPOSIBLE DE DISIMULAR.
NOS CAMBIAMOS
DE DOMICILIO DEBIDO A QUE YA NO CABEMOS EN EL DEPARTAMENTO Y QUIENES HAN IDO NO
ME DEJARAN MENTIR, ASI QUE POR COMODIDAD Y TAMBIEN MAS SEGURIDAD CAMBIAMOS LA SEDE.
CONFIRMADAS 5
CHICAS PARA ESTE DIA Y POR SUPUESTO YO.
Y UNA
SOPRESITA PARA TODOS !!!!!!!!!
TE ESPERAMOS
VEN Y CONOCEMOS
LA CITA ES EN:
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
A LAS:
5:00 PM
COOPERACION
$250.00
PAREJAS Y
CHICAS SOLAS
GRATIS
RESERVA TU
LUGAR AL NÚMERO
PATY: XXX XX XX XX XXXX
ARMANDO: XXX
XX XX XX XXXX
ODETT: XXX
XX XX XX XXXX
CUALQUIER DUDA,
ACLARACION, COMENTARIO,
O LO
QUE QUIERAS,
LLAMAME!!!!
""""
NO CONTESTAMOS MENSAJES DE TEXTO """"
POR FAVOR
LLEVA TUS CONDONES SON ARTICULO DE PRIMERISIMA NECESIDAD
TU AMIGA DE
SIEMPRE
PATY
PRIMOROSA[7]
El mensaje contiene todos los
datos que el asistente necesita para asistir a la reunión. Puede presentarse en
el lugar o, si tiene alguna duda, llamar a los teléfonos que se indican en él.
Una vez que llega al
lugar, algún grandulón malencarado le abrirá la puerta y le pedirá la
“cooperación”, la cual está bien indicada en el mensaje de correo que
previamente le llegó. El interesado,
entonces, esperará un rato hasta que lleguen los demás convocados. Para
aligerar el tiempo, bien puede ir a darse una ducha al baño, o bien puede
servirse un trago en la improvisada cantina que está en alguna de las mesas del
lugar. A un tiempo, llegarán las anfitrionas vestidas para la ocasión:
negligés, lencería con encaje, baby dolls.
Luego de algunos juegos, el invitado tendrá relaciones tantas veces como lo
permita su anatomía y su constitución.
En el ambiente de
las fiestas sexuales en ocasiones no es tan sencillo diferenciar la línea entre
lo puramente recreativo y lo ilegal. En muchos casos, el interés pecuniario de
algunas parejas o grupos coincide con la necesidad de explorar su sexualidad de
manera libre y diversa. Este fenómeno se muestra en los dos casos que se
muestran a continuación.
La capital del sexo
El hotel Senador, que se
encuentra en la colonia Doctores, a una cuadra del monumento al lacónico
general Cárdenas, es un inmueble construido en los años cincuentas. En sus instalaciones,
ya mordisqueadas por la humedad y el descuido, se le notan pretensiones de
hostal de gran turismo: alfombras que en su tiempo fueron rojas, paneles de
madera, elevadores, barandales de caoba en las escaleras. Está ubicado en una
de las zonas con más índice de criminalidad en la ciudad de México. Sin
embargo, casi todos los días de la semana —y especialmente los viernes y
sábados—, su estacionamiento está repleto de automóviles que van desde el taxi
ecológico hasta la SUV Mercedes
Benz. La causa de tan variopinta afluencia radica en que el Senador se ha
convertido en la sede de por lo menos media docena de grupos que organizan fiestas
sexuales.
Esa tarde de
diciembre llego a la recepción y por “el cuarto de Grecia”. El empleado me
cobra ochenta pesos y me indica un número de habitación. Me recibe un tipo
rechoncho con camisa hawaiana y cuyas anchas esclavas hacen juego con el oro de
sus molares. Me palmea la espalda mientras me cobra los consabidos doscientos
cincuenta. “¡Quiúbo, cabrón! ¿Eres nuevo? Pásale, que ya mero salen las
muchachas”.
A sus espaldas, en la otra pieza
de la habitación, hay dos mujeres acostadas en la cama. Me ven con desgano.
Pienso que la expresión de sus rostros y su actitud es idéntica a la de las
sexoservidoras que atienden en las múltiples casas de masajes de los
alrededores. Dentro de la otra
pieza hay dos hombres más: un joven yuppie
de traje gris y un cuarentón de camisa raída y brillantina en el cabello.
También se encuentra otro de los anfitriones, vestido casi igual que el que me
recibió, sólo que más viejo. Cuando salen las “muchachas”, tengo que reconocer
que son mucho más guapas que el promedio de las asistentes a otras fiestas. A
cada una le asignan a dos de nosotros; a mi me toca estar con una norteña alta
y de senos generosos que gime cuando le beso el cuello. “Pero suavecito, que
soy sensible”, me dice cuando le acaricio un pezón y comienza la alegría.
Mientras interactúo con ella, tengo
que reconocer que Afrodita y Alma[8]
son más apasionadas y amigables que las mujeres con las que me he topado en
otras reuniones. “Mira… Es que una es secretaria de acá de una oficina y la
otra creo que trabaja en estudios de mercado, o algo así”, me aclara luego
Christian, el hombre que me recibió. “Neta que nomás lo hacen por gusto. Además
se ganan una lanita entretanto”.
Charlo un rato con
el anfitrión mientras nos recuperamos para el recalentado. Me comenta que colaboraba con otra pareja conocida en
el medio, Mayela y Manuel, pero que decidió independizarse. “…Es que el pinche
Manuel es bien clavado con la lana. Nomás me daba bien poquito, y a las chicas,
también. Cien baros nomás”.
Me comenta que su
esposa quería asistir, sólo que motivos mensuales se lo impidieron. “Ayer que
me enseña la bandera roja, May. Así mejor ni moverle. Si vienes la próxima
semana te la presento para que estés con ella”
“Interactuar”,
“servicio”, “privado”, “chicas”. Es notable lo parecidos que son los códigos de
las fiestas y los de la prostitución establecida. Sin embargo, cuando se lo
hago ver, Christian me replica con énfasis. “¡No!¿Cómo crees? Si nuestra tirada
es nomás crear un grupo de amigos, así íntimo, y hacer reuniones. Esto lo hago
por mi esposa, [pues] a ella le gusta mucho este desmadre”.
Veo a Cristian y
finjo estar de acuerdo con él. No sabe que he hablado anteriormente con Manuel,
su ex socio, y que he tomado nota de lo similares que son las justificaciones
de ambos “A ella le gusta. Sólo somos un grupo de amigos”. Me pregunto si
cualquiera de los dos consideraría amigos a quienes se nieguen a pagar la
tarifa establecida para gastos de
recuperación.
En
ese momento, desvío la mirada y me topo con Alma. Su cuerpo, de 1.50 de
estatura, parece moldeado por algún dios alfarero; su piel brilla por el sudor
y sus labios vaginales tienen la apariencia de dátiles recién cosechados. Me
sonríe.
Doy
por concluida la entrevista con Cristian.
Mi esposa es mi
negocio
Mayela decide darse un baño
frente a mí. Deja la puerta de la regadera abierta para que pueda admirarle el cuerpo menudo, aún firme y sin marcas de maternidad a pesar de sus dos partos.
El vapor comienza a llenar la habitación. Le pregunto si no le molesta que el
agua esté tan caliente y ella lo niega con un movimiento de cabeza. Se lava con
un estropajo de guaje, tallándose la epidermis hasta enrojecérsela. Se enjuaga
la espalda y queda de frente a mí. Puedo verle las dos serpientes que le nacen
en el ombligo para enroscársele en las piernas y que están dibujadas con esos trazos verdosos e
irregulares que son tan característicos
de los tatuajes de prisión.
“Manuel y yo tenemos
dos hijos”, me comenta al tiempo que sale de la ducha. Lleva una toalla del
hotel en la cabeza y el cuerpo desnudo a pesar de que su marido se encuentra a
pocos pasos. “El mayor ya tiene casi quince ¡Ya me pasó de estatura!”. Se
coloca frente al espejo para secarse los pies, haciendo que sus bonitas nalgas
queden a pocos centímetros de mi nariz. Me dan ganas de acariciarlas otra vez, bajarme
el cierre y penetrarla y así, darle otra excusa para ducharse nuevamente, pero
me contengo. “Llevamos quince años de casados”, continúa. “Jamás hemos tenido
ningún problema serio como pareja”. Mayela me ve desde el espejo y sonríe,
pícara. Sabe que me ha puesto en un predicamento. A pesar de que acabo de
hacerle el amor, su desenfado me sigue excitando. Se ríe. “Si no tuviéramos que irnos ya, me echaba un privado
contigo”.
“Privado” Ese vocablo sólo lo he escuchado en las bocas
de teiboleras y masajistas. Es raro escucharlo en una mujer que afirma organizar fiestas sexuales por gusto. Sin
embargo, al platicarme la rutina de sus últimos dos días, comienzo a dudar
seriamente que ella y Manuel lo hagan sólo
por gusto. Mayela y Manuel llegaron al Senador aproximadamente a las cuatro
de la tarde del día anterior. En la habitación ya los esperaban cinco
caballeros que habían contactado previamente vía correo electrónico. Luego
llegarían cuatro más. Una vez que estuvieron todos reunidos, Mayela y otra
chica (cuya identidad me reservo), tuvieron sexo con los nueve invitados hasta
la hora de la cena.
Una vez que acabó
este primer evento, Mayela, Manuel y Ulises, amigo de la pareja, comienzan a ordenar la habitación: tienden la
cama, esparcen aromatizante y habilitan el lavabo con botellas de tequila,
refrescos y vasos deshechables. Se apresuran, pues a las diez de la noche
inicia el segundo evento del día: una fiesta swinger. Comienzan a llegar parejas de todas las edades, hombres
solos y una o dos mujeres sin compañía. Luego de un rato, cuando ya se juntó
una buena concurrencia, Manuel organiza una actividad que no es sino una
variante del juego de las sillas en versión de adultos. Los hombres, desnudos,
se sientan en diversos puntos de la habitación mientras las mujeres asistentes,
en ropa interior, hacen una ronda al ritmo de la música. Cuando esta se
interrumpe, cada una de ellas se sentará encima de uno de los asientos humanos.
Pronto, los ánimos se caldean, inician las caricias, los besos furtivos, las
manos por debajo de la tanga.
El juego llega a su fin y aparece un stripper que se comienza a contonear
frente a las damas. Ellas, ya excitadas, lo acarician mientras él se mueve al
ritmo de regeeatón. Finalmente una
cincuentona, de cabello recogido, le baja la tanga y le pesca el miembro con la
boca.
Todas las demás
siguen su ejemplo con el primer hombre que tienen a mano. En pocos minutos, las
dos camas de la habitación son un hervidero de manos, nalgas, senos, penes,
pies y pelambres. Mayela, quien ha participado en los juegos bajo la mirada
complaciente de su marido, es atendida por tres individuos en un sillón. Manuel
se recrea un poco la mirada, luego se desnuda y se une a un trío cercano.
“Me da gusto que
hayas venido hoy”, me dice Mayela mientras se viste. Al lado se encuentran las
ropas que utilizó en la reunión de la noche anterior: un disfraz de catwoman hecho de plástico y un baby doll de encaje. Ve el reloj y se
apresura.
El segundo evento de
Mayela y Manuel terminó ya entrada la madrugada. Una vez que el último invitado
se fue, se dispusieron a dormir unas cuantas horas. Debían descansar, en
especial ella, pues a las diez de la mañana habían citado a otro grupo de
amigos. Luego me explicaría Manuel que “A Maye se le antojó un ganbang mañanero”.
Esa mañana de sábado
estuvimos cuatro hombres con Maye: Manuel, Ulises, un invitado vía Internet, y
yo. Ella nos atendió sin quitarse el baby
doll, recibiendo nuestros miembros alternadamente. Mientras uno la
penetraba por atrás, otro le colocaba el pene entre las manos al tiempo que
Manuel le dejaba el suyo al alcance de la boca. En tanto, el cuarto —impaciente
por participar—, se masturbaba al lado para no perder la erección. Para ese momento, Mayela había recibido un
promedio de entre quince y veinte miembros en menos de veinticuatro horas, la
mayoría de perfectos desconocidos. Aún así, la amable mujer seguía moviendo sus
afanosas caderas sin mostrar cansancio.
“¿Vas a venir la semana que
entra?”, me pregunta Mayela, ya perfectamente vestida con una blusa de algodón
y unos jeans que la hacen ver como cualquier ama de casa clasemediera. Al
verla, nadie se podría imaginar lo agitado de sus horas anteriores. “Nosotros
ya nos vamos: tenemos que llevar a los niños a pasear”, me comenta con algo de
fastidio. “¿No te has cansado?”, le pregunto. “Sí, pero… ¿Qué le podemos hacer?
Hay que atenderlos también”. Me da un beso en la mejilla que siento sincero y
va a encontrarse con su marido al estacionamiento.
Conclusión.
El lenocinio Light
Ciertos grupos que organizan
fiestas de carácter sexual navegan por el filo de la ilegalidad. A pesar de
que, en los casos expuestos, la participación de las mujeres se da sin coerción
aparente y con pleno consentimiento, el código penal del distrito federal
estipula que cae en el lenocinio quien:
“ I. Habitual u
ocasionalmente explote el cuerpo de una persona u obtenga de ella un beneficio
por medio del comercio sexual.
II. Induzca a una persona para que comercie
sexualmente con su cuerpo con otra o le facilite los medio para que se
prostituya, o
III. Regenteé,
sostenga o administre prostíbulos, casas de cita o lugares de concurrencia
dedicados a explotar la prostitución, u obtenga cualquier beneficio con sus
productos”[9]
Tomando de manera literal la letra
de la ley, se llega a la conclusión que los organizadores de dichas fiestas
incurren en este delito, arriesgándose a una pena de entre dos y cinco años de
cárcel. Sin embargo, debido a las características de los grupos que organizan
dichas reuniones, es difícil aplicar las sanciones correspondientes. La
frontera entre las prácticas sexuales libres y la abierta comisión de delitos tales como la prostitución de menores o el lenocinio
sigue siendo muy difusa. Aunque finalmente, el libre albedrío, el derecho a decir No, es lo que finalmente diferencía una reunión swinger legítima de una práctica ilegal.
Omar Delgado
2008
[1] Todos los nombres propios que se mencionan en
este artículo han sido cambiados para proteger la privacidad de quienes son
mencionados en él.
[3] Bergstrand & Williams, Today's Alternative
Marriage Styles: The Case of Swingers, Electronic Journal of Human Sexuality,
Vol.3, 10 October 2000.
[5] Recordar el famoso episodio de los 41
homosexuales detenidos en animado convite, el 17 de noviembre de 1901 durante
la presidencia de Porfirio Díaz.
[6] http://lavisiondelciudadano.tripod.com/LaVision/2005/CI01FEB05.htm
[7] El mensaje ha sido editado con el fin de
proteger la confidencialidad de las personas implicadas en él. También se ha
manipulado el tamaño de la fuente de los caracteres. Todo los demás elementos
se han copiado de manera literal.
[8] Los nombres
de guerra de las damas.
[9] Artículo 189 del Código penal del Distrito
Federal. Versión electrónica consultada en: http://www.paot.org.mx/centro/codigos/df/pdf/cpdfn.pdf
2 comentarios:
Hola, qué tal. Disculpa, cómo podría comunicarme contigo? Me gustaría pedirte permiso para publicar tu escrito de 'Las llaves del paraíso' en mi blog. Te dejo aquí mi correo personal por si tienes algo que comentarme.. not.4you_@hotmail.com
Hola, qué tal. Cómo puedo comunicarme contigo? Me gustaría pedirte permiso para publicar 'Las llaves del paraíso' en mi blog. Me ha gustado bastante la sección de 'invítame a tu cama'. Si tienes algún comentario aquí te dejo mi correo personal. not.4you_@hotmail.com
Saludos.
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