domingo, julio 08, 2012

MEXICAN PSYCHOS



 
El ascenso de los sicópatas de pasarela
El día de ayer, 7 de Julio, durante una marcha convocada por el grupo político #yosoy132, En Xalapa, Veracruz, un tipo de nombre Juan Pablo Franzoni salió a un balcón, pistola en mano, a encañonar a los manifestantes. Las imágenes del individuo, el rictus de su cara, no dejan lugar a dudas de que muy poco faltó para que comenzara  a disparar sobre la multitud indefensa.  Cuando la policía lo detuvo, se descubrió que el aspirante a asesino tiene filiación priista y participó activamente en la campaña presidencial. Es muy probable que este individuo, y otros como él, será parte del grupo de  los que gobernarán el país durante los próximos (¿seis?) años.
            Me preocupa verdaderamente.
            Luego de la muy controvertida elección del primero de Julio todo apunta a que el Instituto Federal Electoral (IFE), declarará como ganador de la contienda a Enrique Peña Nieto, candidato del PRI-PVEM, y que el Tribunal Federal Electoral (TRIFE), desechará todas las solicitudes de nulidad y controversias que presente la oposición.  La verdad, cada vez que veo a Enrique Peña, con su sonrisa ensayada y rodeado de actrices de plástico de Televisa, no puedo dejar de pensar en Patrick Beatman, el más conocido personaje del escritor  Breat Easton Ellis.
            Patrick Beatman, el psicópata americano, al igual que Enrique Peña Nieto, nació en pañales, no de seda, sino de hoja de oro. Ninguno de los dos tuvo que poner los pies en un andén del metro, en el mercado de la esquina o en la carnicería de barrio. Su vida se ha movido entre limosinas de gran lujo, escuelas cuya colegiatura mensual podría bien alimentar a tres familias, grandes mansiones y despachos de muebles de caoba y sillones de cuero. Nada les ha costado trabajo, por nada se han esforzado, y lo peor es que eso, ambos crecieron con la idea de que a la gente de su clase se le permite y justifica todo, incluso el disponer de la vida de quienes consideran inferiores a ellos.
            Patrick Beatman, recordemos, era un junior y broker de Wall Street al que el dinero le caía en las manos. Era, de hecho, un muñeco vacío sin otro objetivo que el satisfacer sus deseos, desde lograr la apariencia ideal con un traje de diseñador hasta decapitar a una prostituta y clavar su cabeza en la pared. (Aunque, claro, no puede alegar después que murió de epilepsia).
            La actitud y manera de pensar de Enrique Peña Nieto no dista mucho de la del personaje de ficción. Su aprecio por la vida y la justicia es muy similar, —o sea, nulo—, Simplemente hay que recordar lo que declaró el día  en la Universidad Iberoamericana con respecto a la represión ocurrida en el 2006 en el pueblo se San Salvador Atenco, en el Estado de México, mismas que detonaron el movimiento #yosoy132:
“[…]“Sin duda dejé muy firme la determinación del gobierno de hacer respetar los derechos del Estado de México. Tomé la decisión de emplear la fuerza pública para mantener el orden y la paz… los incidentes se sancionaron… la acción fue en legítimo derecho de usar la fuerza pública para restablecer la paz y el orden…”[1]
Es de notar la manera en que articula su pensamiento. En primer lugar, enuncia en primera persona: “Dejé muy firme…”, “Tomé la decisión…” Esto refleja a un hombre que no se avergüenza de sus actos, aunque estos hallan derivado en dos asesinatos, múltiples heridos, violaciones y detenciones con condenas cuya extensión estuvo fuera de toda lógica —hasta setenta años para Ignacio del Valle, líder del movimiento de San Salvador Atenco, liberado hace un par de años al revocársele tan inverosímil condena—.
            En segundo lugar, no hay absolutamente ningún tipo de disculpa o justificación en los excesos cometidos y en tercer lugar, —y eso es lo notable—, habla de sí mismo como encarnación del estado, y a las fuerzas policiales las deja ver como una extensión de su cuerpo y voluntad. Sus palabras recuerdan ese doloroso discurso en el cual Gustavo Díaz Ordaz asumía con orgullo la matanza de Tlatelolco.  En pocas palabras, la estructura mental de Enrique Peña Nieto presenta rasgos muy cercanos a los de Josef Stalin o Augusto Pinochet,  y lo peor es que quienes lo acompañan —como el ilustre Juan Pablo Franzoni—, no son muy distintos.
            En honor a la verdad, hay que decir que los panistas que están por abandonar el poder no eran tan diferentes a estos priistas de nuevo cuño. Como ellos, los blanquiazules desprecian profundamente a la mayoría de la población morena y pobre; ambos grupos actúan en base a una cosmovisión de clase que les da derechos de nacimiento sobre la vida y las posesiones de sus gobernados; tal como  los tricolores, consideran que los recursos de la nación son un botín que se ganaron y que pueden gastar en lo que se les hinche la gana. La gran diferencia entre los beberaptors priistas y los monaguillos panistas es que la pulsión principal de los segundos era la codicia, mientras que para los primeros es el hambre de poder. Por ello, los priistas de nuevo cuño, a diferencia de los panistas, no tienen empacho ninguno en asociarse con el crimen organizado o con lo más granado de las catacumbas del antiguo régimen con tal de mandar (y no es que los panistas no lo hagan, es que son más remilgosos). Los nuevos tricolores cuentan con toda la experiencia y conocimiento acumulado de los setenta años de priato junto con las nuevas técnicas del siglo XXI. Saben manejarse tanto en el fraude electoral clásico (carrusel, ratón loco, rasurado de padrón), como en el nuevo (alteración de actas digitalizadas por medios cibernéticos, tarjetas electrónicas, teléfonos celulares), como con, como no, los métodos más brutales, dignos de los tiempos de Maximino Ávila Camacho (secuestro de electores, uso de sicarios del crimen organizados para alterar el sentido del voto). Por lo tanto, es muy probable que en su gobierno utilicen tanto la represión directa de policías y paramilitares como la persecución y el acoso por medio de las nuevas tecnologías de información. Ahora el CISEN será, además de la cuna de los más conspicuos golpeadores, el hogar de los mejores hackers y crackers del país.
             Evidentemente, los beberaptors no llegan solos, pues ascenderán al lado de los dinos de mayor calado, esos a los que el 2000 los removió temporalmente del palacio. Ahí veremos a Manilo Fabio Beltrones, a Emilio Gamboa, a la impresentable Elbita e incluso ¿Por qué no? A Carlos Salinas de Gortari. Lo que puedo anticipar es que poco a poco los más jóvenes prevalecerán sobre los viejos, que los grandes saurios, a pesar de su enorme colmillo, serán avasallados por la adaptabilidad y astucia de los priistas de nuevo cuño, y ahora sí, agárrense, pues si los políticos viejos tenían por lo menos un cierto proyecto de nación — por muy torcido que fuera—, los beberaptors no tienen otra patria que sí mismos.  Los veremos ejercer el poder como quien anda en una pasarela, con sus sonrisas de marfil y sus trajes hechos a medida, del brazo de bellas actrices y supermodelos, en grandes y lujosos salones repletos de cámaras de televisión, mientras que a pocos metros, justo debajo del piso, los aparatos de tortura proveerán de la necesaria dosis de alaridos y sangre de opositores que requiere cualquier dictadura —aunque sea una de gimnasio y cámara de bronceado—, para sobrevivir un largo tiempo.
            Pero aún resistimos.

Omar Delgado
2012


[1] Fuente: http://www.proceso.com.mx/?p=307224

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