miércoles, agosto 11, 2010

LA BELLA INGENIERA

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No acostumbro mencionar en este espacio mi otra ocupación, esa que lleva alimentos a mi mesa. Para mí, las letras hacen que la vida valga la pena, además de impedir que me desbarranque por las laderas de la locura. Sin embargo, por lo menos en este momento, me es necesario otro oficio para proveer al escritor de los insumos y lujitos necesarios para su desempeño. Esa otra profesión es la de ingeniero en comunicaciones, misma que concluí hace trece añios. Mi etapa como estudiante fue curiosa: en el día me nutría de cálculo diferencial e integral, funciones senoidales y cosenoidales, semiconductores, leyes de electromagnetismo de Maxwell y transformadas de Fourier; por las noche llegaban Borges, Kerouac, Cortázar, Sábato, Balzac y Kafka —por poner sólo algunos ejemplos—, a formar, deformar y conformar el otro hemisferio de mi cerebro.

Cualquier estudiante de ingeniería sabe que el elemento más escaso en la profesión son las mujeres, pues por lugar común, cliché, comodidad o por la negra fama que tiñe a las ciencias exactas, la mitad bella del género humano prefiere decantarse hacia profesiones como la psicología, la administración, la pedagogía o la arquitectura. No muchas son en realidad —o por lo menos, en mis tiempos, las que se aventuran en las sendas de las matemáticas aplicadas, la física avanzada y el sofisticado albur de los inges. Las pocas que de repente se aparecíeron en las aulas de mi profesión, o bien estaban demasiado ocupadas defendiéndose del asedio masculino, o bien eran dueñas de una anatomía tan alejada de la proporción áurea que uno prefería verlas más como compadres que como potenciales compañeras de cama.

Por ello, para mi fue una agradable sorpresa descubrir que la diva del cine Hedy Lamar (1914-2000) era también una notable colega ingeniera.

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La hermosa inge, de nombre real Hedwin Eva María Keisler, nació en Austria en 1913. Era hija de una pianista y de un banquero de origen judío. Desde muy pequeña, demostró una notable inteligencia, misma que a los 16 años la lleva a inscribirse en la Escuela de Ingeniería en Comunicaciones. Sin embargo, tres años después, su belleza la lleva hacia la actuación. Siendo dirigida por el director Max Reinhardt, Hedwin protagoniza el primer desnudo del cine comercial en la cinta checa Ektase, en la que muestra sin ninguna inhibición su magnífica anatomía. Dicha escena ocasionó que su familia, para evadir la verguenza social, la prometiera y casara a la fuerza con el magnate Frederich Mandl, tratante de armas e influyente actor político.

El marido de Hedy resultó ser un energúmeno celoso que prácticamente la encerró en casa, y que incluso no le permitía bañarse si no era bajo su ojo vigilante, por lo que la hermosa tuvo el tiempo suficiente para concluir su formación como ingeniera. Al mismo tiempo, durante las reuniones y fiestas a las que asistía junto con su marido, quien por cierto proveía de armas al régimen de Mussolini, logró sonsacarle algunos secretos militares a los altos mandos del ejército fascista. Estos datos le serían de utilidad años después.

Hedwin logró escaparse de Frederich saliendo por la ventana de un restaurante y tomando carretera hasta llegar a París, en donde obtendría el primero de los seis divorcios que acumularía en el transcurso de su vida. Luego de viajar a Londres, se embarcó a las Américas en el trasatlántico Normandía. Ahí conoció a Louise B. Mayer, copropietario de los estudios Metro Godwin Mayer, quien le ofreció un contrato de exclusividad. Debido a la polémica del desnudo, su nuevo patrón le pidió que se cambiara el nombre artístico para no espantar a la pacata sociedad estadounidense. Así, la diva unió apócope de su primer nombre al apellido de Bárbara La Marr, actriz del cine mudo muerta por una sobredosis de heroína en 1926 (y que por cierto, había tenido un romance con Mayer). Hedy Lamarr, la mujer más hermosa de las películas, había nacido.

Lamarr protagonizó algunas de las cintas más representativas de la época, siendo las más recordadas Tortilla Flat (1943), Boom Town (1940), Samson and Dalila (1947) y The Female Animal (1957). Sin embargo, seria la representación de la ingrata pérfida filistea que ocasionó la caída de Sansón la que imprimió para siempre su imagen seductora en el inconsciente colectivo. De la misma manera, se enamora en 1941 de compositor vanguardista George Anteil (1900-1959), con quien accidentalmente haría uno de los descubrimientos más importantes de las telecomunicaciones: la conmutación de frecuencias.


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El desarrollo de misiles teledirigidos fue una preocupación para los dos bloques de países que pelearon la segunda guerra mundial. El problema de dicha tecnología radicaba principalmente en que los proyectiles eran controlados por señales electromagnéticas muy fáciles de interceptar e interferir por el enemigo, quien podía con relativa sencillez crackear la señal y mandar la bomba de vuelta a su destino. Hedy Lamarr pudo resolver el problema al diseñar el esquema que daría origen a la tecnología de espectro ensanchado por salto de frecuencias (FHSS).

Un día cualquiera, dándose arrumacos con su músico, Hedy decidió tocar el piano. Mientras calentaba los dedos, se le ocurrió que, al igual que un pianista alterna las notas del instrumento para construir una melodía, las frecuencias de un transmisor podían variar en intervalos cortos, de manera sincronizada con su receptor. En base a este principio, la bella inge, utilizando tanto sus habilidades técnicas como los conocimientos que le esquilmó a los socios de su ex marido, diseño un sistema, registrado bajo la patente 2.292.387, que permitía a los misiles ser dirigidos remotamente con una señal segura. Este sistema, llamado posteriormente de Espectro Ensanchado, es el mismo que casi ocasiona la voladura del planeta durante la crisis de los misiles de Cuba en 1962 y que, más de sesenta años después, adaptaría la compaía canadiense Blackberry para su esquema de trasmisión movil de datos.

La ingeniera Keisler también contribuyó a la victoria de los aliados al comunicar todos los tejes y manejes de los que se había enterado mientras era la esposa de Friedrich Mandl, por lo que, además de diva del cine y notable inventora, también debe guardársele un lugar de honor en el nicho de los espías antinazis. Luego de una vida llena de glorias, aventuras y turbulencias, Hedy Lamarr murió en Orlando, Florida, el 19 de enero del año 2000. Algunos años antes se le había hecho un reconocimiento público por sus descubrimientos en el campo de las comunicaciones, e incluso se decidió que el día de su cumpleaños, el 9 de noviembre, fuera declarado en su honor el día de los ingenieros.

Hedy Lamarr, además de sus invaluables méritos, demuestró que la belleza de ninguna manera está peleada con la capacidad cerebral. Al igual que sus colegas Katherine Hepburn (quien provenía de una familia de intelectuales y era dueña de un afilado ingenio) y Marilyn Monroe (casada con el dramaturgo Arthur Miller y lectora compulsiva de Kerouac y Joyce), Lamarr fue una de esas mujeres totales que cualquier hombre con más de tres dedos de frente busca con desesperación.

(Aunque sean tan complicadas)


Omar Delgado

2010

1 comentario:

Dib dijo...

Este ha sido el mejor post que he leído en muchísimo, muchísimo tiempo.

Muchas gracias.