lunes, marzo 29, 2010

VICTIMAS DEL DOCTOR VENTOSA

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Reseña de “Ladrón de sueños”, de Bernardo Fernández (BEF)


En México siempre hemos tenido una relación muy ambigua con la literatura etiquetada como de género: por un lado, sufre del desprecio de la mayoría de los integrantes del mainstream literario, incluyendo editores y difusores de la cultura; sin embargo, por el otro, no se puede ignorar el hecho de que algunas de las obras más memorables de nuestra literatura han bebido, bien de la narrativa fantástica, bien del género negro, bien de la literatura de horror. Basta recordar, por ejemplo, las incursiones a la ciencia ficción que realiza Amado Nervo durante el porfirismo, los magistrales aportes a lo noir de autores como Rodolfo Usigli —Ensayo de un crímen—, o Jorge Ibargüengoitia —Dos Crímenes—, o el hecho de que Pedro Páramo, la obra cumbre de la narrativa mexicana del siglo XX, es, en espíritu —nunca mejor dicho—, una ghost story.

Quizá ese cierto rechazo que sufren este tipo de obras se deriva de somos, en gran parte, hijos literarios de las escuelas francesas del siglo XIX. En especial, puedo suponer que algunos de los postulados del naturalismo de Emíle Zolá, con todo y su obsesión de hacer de la literatura una disciplina científica, permearon en los criterios con los que se califica nuestro hacer letrístico La literatura con L mayúscula —dirían los sesudos críticos que compran tales ideas—, es aquella que toca los temas importantes, aquella que trata de darle un sentido de interpretación y una utilidad a lo narrado. Es decir, aquella que trata de ser reflejo fiel de la realidad. Por lo tanto, cualquier otro tema, en especial aquellos que versan de cosas que no existen, de cosas que existirán a futuro, o de personajes cuyo espíritu épico proviene de su pertenencia a las fronteras de la sociedad son —para tales críticos—, únicamente divertimentos de adolescentes chaquetos que lo mismo leen en la mañana a J.R.R Tolkien que en la tarde a Stan Lee.

Son por eso valiosos de origen los esfuerzos que hacen algunos escritores por cultivar las literaturas de género en México. Es loable que, aun a sabiendas de los enormes obstáculos que enfrentarán para ser publicados y leídos, deciden poblar sus ficciones con naves espaciales, autómatas asesinos, monstruos infernales, investigadores decadentes y femme fatales de labios carmín. En ese sentido, autores como Ricardo Guzmán Wolffer o José Luis Zarate deberían ser elevados al rango de patrimonio nacional únicamente por tratar las temáticas que tratan.

Otro de tan notable estirpe es del que nos ocupamos en esta ocasión. Bernardo Fernández (Ciudad de México, 1972), es un notable y joven escritor que se ha dedicado a cultivar con acierto tanto la novela policiaca como la ciencia ficción. En el primero de estos géneros, destacó con la magnífica Tiempo de Alacranes, (Joaquín Mortiz, 2005) merecedora tanto del primer premio de novela Una vuelta de Tuerca como del reconocimiento Memorial Silverio Cañadas de la semana negra de Gijón; mientras que en el segundo ha retratado futuros opresivos y no exentos de clasismo por medio de la acertada Gel Azul (Parnaso, 2006).

También de ciencia ficción —aunque más enfocada hacia el publico joven—, es su obra Ladrón de sueños (Almadía, 2009), novela en la que consigna las andanzas del perverso doctor Ventosa, un genio malévolo y ambicioso empresario —nótese el guiño Bill Gatesiano—, que busca robar las pesadillas más terribles de los niños para hacerlas videojuego y obtener millonarias ganancias. Ventosa, un experto en neurocirugía y fanático de los juegos de video, utiliza sus recursos para capturar y recrear las imágenes oníricas por medios químicos. Para ello, se sirve de un Somniraptor, un organismo cibernético que el mismo diseña y que tiene la función de atacar a los soñantes y birlarles las imágenes del subconscinte sin importar los daños que el proceso les causa. De todo esto se da cuenta Andrea, cyberpunk adolescente quien, con la ayuda de algunos niños que en su momento fueron conejillos de indias del doctor Ventosa, se dispone a detener de una vez por todas, y en su propio terreno, al perverso científico.

Es notable la agilidad con la que BEF estructura su relato, presentándonos primero los haceres de Ventosa y luego la naturaleza de la heroína para luego, hacerlos colisionar en el enfrentamiento final. A pesar de que trabaja con estereotipos del género —el científico loco, el autómata en proceso de ser humano, la heroína adolescente en camino a la adultez —, el autor los logra dotar de complejidad por medio de la dialogación. En ese sentido, el mayor talento de Fernández —además, por supuesto de su privilegiada imaginación—, es ser capaz de mostrar con apenas unas pocas líneas de diálogo, con una frase, o incluso con un silencio la profundidad de las emociones que conforman a sus personajes, haciendolos concretos y entrañables. Así pues, a pesar de lo alocado de sus mundos narrados, a pesar de la violencia con la que los impregna o lo disparatado de sus peripecias, BEF jamás olvida que el centro de cualquier relato universal es su capacidad para recrear la escencia humana.

Otro punto que se le agradece al autor son los referentes que extrae de la cultura popular para construir sus ficciones. El lector se deleita al encontrar a Don Gato y su pandilla luchando contra Ventosa de la misma manera en que agradeció toparse con Eric Cartman en la figura de un sanguinario asesino en Tiempo de Alacranes. Si bien estas perlas que BEF le deja al lector son meramente golosinas —no un virtuosismo estético—, se disfrutan de la misma manera que un chocolate a media noche. Gracias a estos diverimentos Bernardo Fernández es capaz de conectarse con los lectores de su propia generación, esos que son -somos-, el punto de intersección entre la literarura clásica, las historietas cómicas, Internet y la televisión.

Para concluir, diremos que Ladrón de sueños muestra a un Bernardo Fernández en pleno proceso de maduración creativa, a un autor que dará mucho de que hablar en los próximos años y, sobre todo, muestra a uno de esos benditos necios que se niegan a seguir los dictados de los letroslibres, los foncos y los conacultos y que le apuesta a las literaturas de género para exponer las verdades que quiere decir.

Bien por BEF.


Omar Delgado

2010



Acá la ficha:

Ladrón de sueños
Bernardo Fernández, Bef
Ilustraciones de Patricio Betteo,
Oaxaca, Almadía, 2008, Revolcadero, 216 p.
ISBN 978-970-985-443-5



1 comentario:

Bef dijo...

Hola.

Muchísimas gracias por tu generosa reseña. Te agradezco enormemente tu lectura.

Muchos saludos

B