
A raíz de que ayer leí esta noticia en el periódico El Universal no puedo dejar de pensar en la novela Glamourama, en donde Breat Easton Ellis juega con la posibilidad de que surja un grupo terrorista conformado por radicales top models capaces de planear las peores atrocidades mientras les hacen la manicura en las estéticas de
Ahora resulta que una idea similar —la de los superbellos delincuentes—, fue explotada en el mundo real por una modelo colombiana, de nombre Angie Sanclemente, para traficar cocaína de Argentina a Europa vía Cancún. Para ello, la ahora conocida como Miss Narco, enviaba a hermosos especímenes, tanto hombres como mujeres, vestidos con la más cara elegancia, a viajar al Caribe mexicano. Lo que nadie sabía, ni se imaginaba, es que las angelicales criaturas llevaban sus valijas de mano llenas de ladrillos de Doña Blanca y que tan preciado cargamento era luego enviado a Europa desde México. Tan audaz sistema puede ser considerado una nueva modalidad del crimen que desde ahora podríamos conocer como burreros de angora o Mulas purasangre.
Sanclemente, quien en el 2000 había ganado el título de Reina del Café en su natal Colombia, también resultó dueña de una sofisticada inteligencia. La eficacia de su método —que funcionó a la perfección por años—, se basa en una falla cognitiva muy común entre la gente: la de pensar que la gente bella es buena; en otras palabras, de la manía que tememos de confundir la estética con la ética.
Lo anterior de ninguna manera es una broma, pues los seres humanos estamos predispuestos evolutivamente a confiar más en las personas atractivas que en las que no lo son. Cierto que el patrón para tazar la belleza varía en razón de la raza y la cultura de las personas, pero en general, desde los esquimales hasta los saharauis y desde los Moscovitas hasta los habitantes de Ciudad del Cabo, basamos nuestro juicio de lo bello en la llamada proporción áurea, que no es sino la fórmula matemática de expresar el equilibrio y la buena proporción, tanto en una construcción como en las facciones de un ser humano. En otra palabras, la atracción condensada en un —también hermoso—, algoritmo. Así pues, gracias a lo anterior, los chicos de Sanclemente desarmaban a punta de sonrisas y guiños a los oficiales de inmigración, quienes seguramente embelesados por tan etereas presencias, apenas si revisaban el correspondiente equipaje cargado de droga.
La señorita Angie, dueña también de unas magníficas proporciones —no sólo áureas—, y sus dorados heraldos, hubieran continuado en el negocio sin problemas de no ser por que una de las mulitas fue detenida en el Aeropuerto de Ezeiza (Argentina) con más de cincuenta kilos de cocaína, lo cual ocasionó que toda la operación se viniera abajo.
Omar Delgado
2010
No hay comentarios.:
Publicar un comentario