martes, junio 23, 2009

VISIONES DEL INFIERNO (Segunda parte)



Huys infierno

Infierno. Pieter Huys

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Infierno en las tradiciones judía e Islámica

Fuera de algunas culturas, tales como la sintoísta y la egipcia, casi todas las civilizaciones imaginaron inframundos que, si bien lóbregos, no llevaban un reproche y un castigo por el comportamiento en vida, tales como el Hades, el tártaro, el hel o el Mictlán. Tan ilustres aposentos no alcanzan la categoría de infierno, al no haber una intención explícita de castigo. La morada infernal, ya con su carga conceptual, es un producto del auge de las religiones monoteístas.

El concepto de la vida después de la muerte dentro de la cultura judía va teniendo una evolución, desde una simple morada de los muertos, hasta un lugar de permio o castigo dados en consecuencia a los actos. En el Deuteronomio (32:22) se hace referencia al Seol como simple morada de los muertos. Este concepto cambia en el transcurso de los siglos, hasta llegar al Gehenna. En algunas partes del antiguo testamento también se hace referencia al Hades grecolatino; con respecto a las penas sufridas en él, no se consideran como consecuencia de una entidad diabólica que funja como verdugo, sino producto del remordimiento y el reproche, de la falta de luz divina o de la “Vergüenza y confusión perpetuas” (Daniel 12:2). El castigo es la culpa y la recriminación propias. (Algo así como una eterna sala de espera de consultorio psiquiátrico)

En los tiempos del nacimiento de Jesús, el concepto de la Gehenna ya es claro. La palabra hace referencia al valle de Ge Hinomm, ubicado al norte de Jerusalén; en este lugar se encontraba un santuario al dios Moloch, a quien se le rendían sacrificios humanos. A principios de nuestra era el lugar era usado como basurero por los habitantes de la ciudad. Dicho valle pasó a ser, para los contemporáneos de Cristo, sinónimo de lugar maldito y baldío, recinto de abominaciones y actos perversos.

Los musulmanes, herederos de las doctrinas hebraicas y cristianas, prácticamente tomaron el concepto del Gehenna del judaísmo, agregándole algunos tintes presentes en el cristianismo primitivo. Si bien su infierno era el de los hijos de Abraham (Con el mismo nombre, aunque algunas fuentes lo llaman Hutamá), los castigos que en él se impartían eran más externos, más virulentos, tal como los tormentos del infierno cristiano, tal como se ve en las referencias a él en el Corán:

“¡No! ¡Será precipitado, ciertamente, en la hutama! Y ¿cómo sabrás qué es la hutama? Es el fuego de Allah, encendido, Que llega hasta las entrañas. Se cerrará sobre ellos en extensas columnas.” (Corán 104 : 4-9)

“Ese día, unos rostros, humillados, preocupados, cansados, arderán en un fuego abrasador. Se les dará de beber de una fuente hirviente. No tendrán más alimento que de ‘dari’, que no engorda, ni sacia.” (Corán 88 : 2-7).

Como se ve, eran igual de hospitalarios para con los pecadores. Tal vez la única variación pintoresca consistía en que los bienaventurados del Edén islámico podían regocijarse viendo los castigos de los condenados. (Paraíso sin Blockbuster no es paraíso del todo).




Muerte eterna

Infierno. Autor no identificado.


El infierno cristiano


Contra lo que pudiera creerse, el Jesús de las escrituras es el que da referencias más directas al Gehenna; inclusive, se observa que en sus sermones habla más del lugar de castigo a los pecadores que del paraíso de los justos. Cristo se refiere a dicho lugar como el “lugar donde el fuego nunca se apaga” y “donde el gusano de ellos no muere” (Marcos 9:48), un lugar de “Lloro y crujir de dientes” (Mateo 13:42), en donde el sufrimiento es más por el hecho de que sus habitantes están “echados afuera” (Mateo 8:12), “excluidos de la presencia del Señor” (Tesalonicenses 1:9).

El Jesús de las escrituras no se aleja mucho del concepto judío. Sin embargo, el catolicismo después de Pablo comenzó a adquirir características propias, alejadas de la religión-madre. Uno de los factores que hicieron al cristianismo una religión “innovadora” con respecto a las anteriores fue su valorización del sufrimiento y del dolor, el haber …” transformado el dolor, de estado negativo, en experiencia de contenido espiritual positivo. La aserción vale en la medida en que se trata de una valoración del sufrimiento por sus cualidades salvadoras[i] Si bien, ninguna cosmogonía anterior al cristianismo consideró al dolor desprovisto de significación, el cristianismo lo reconceptualiza como algo ordenado y permitido por Dios. Si bien para los antiguos el dolor (En el amplio concepto) era causa de númenes o espíritus, el cristiano lo ve como algo deseable, que le ayuda en su perfeccionamiento y purificación. Este concepto afectaría en su visión tanto de la vida después de la muerte como en su conceptualización del reino de las tinieblas.

Es en épocas posteriores a Jesucristo, cuando la doctrina cristiana deja de ser una secta judaica para convertirse en una religión en forma, es cuando también toma posesión de su propio infierno; que si bien está basado en el Geheena, tiene sus características muy particulares. Una de las primeras referencias que se tienen acerca de tan ilustre lugar proviene del Apocalipsis de Pedro en el siglo II D.C. , el cual cita un lugar en donde “... Algunos condenados estaban colgados de la lengua: eran aquellos que habían blasfemado contra la justicia, y tenían bajo sus pies un fuego cuyas llamas los atormentaban... Y en otro lugar había piedras más afiladas que espadas, calentadas como ascuas de fuego, sobre las que los hombres y mujeres cubiertas con harapos eran arrastrados con gran tormento... Junto a ellos había unas muchachas sin más vestido que las sombras, las cuales eran cruelmente castigadas y sus carnes desgarradas en pedazos. Son aquellas jóvenes que no supieron conservar su virginidad hasta el momento de ser entregadas en matrimonio... “ Aquí ya se le ven características bien definidas, tales como la intencionalidad como lugar de tormento; la índole del castigo, inflingido por entidades externas y sádicas, aunado al propio castigo interno; la diferenciación de este lugar con respecto a otros recintos inframundanos tales como el limbo (donde residen las almas de los no-bautizados), el purgatorio o el paraíso mismo. El concepto adquiere un carácter cosmogónico distinto: al ser el sufrimiento deseable, los cristianos se imaginan un “semi-infierno” o purgatorio en donde se puedan purificar de los pecados bienales para después ascender al paraíso. El infierno, con su horrorosa eternidad, estaba destinado a purificar no al alma del pecador individual, sino a toda la humanidad, a cambio de las almas de los individuos más perversos de la misma.

Ya en la alta edad media (Siglos IV al XI), se hablaba del infierno en europa como un concepto común y cercano, así como de sus moradores; inclusive se forma la idea de toda una población infernal, con divisiones sociales, caricatura de la sociedad del medievo: se encuentran duques, condes y barones; las legiones infernales están comandadas por capitanes y generales; todos guiados por el príncipe de los demonios, el mismo Satanás. En esa época el diablo y su morada todavía no tenían resonancias muy fuertes en la sociedad medieval, debido, entre otras cosas, a que el cristianismo perneó de manera muy gradual, permitiendo que las gentes conservaran sus creencias primitivas y las ejercieran en paralelo con el ritual católico.

Retratos más concisos del averno nos llegan hasta la época prerenacentista, y no por la doctrina, sino por la literatura. Será ese el tiempo de los grandes estudiosos del infierno: John Milton, Dante Alighieri y William Blake.

(Continuará)

Omar Delgado

2009


[i] Mircea Eliade “El mito del eterno retorno” P.P.94. Alianza Emecé.

1 comentario:

CRUDO dijo...

Yo he ido y regresado al infierno, solo fui a conocerlo