jueves, marzo 08, 2007

Melancolía

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"Depresión", siempre me ha parecido una palabra muy fría.
Creo que es demasiado mecánica como para retratar el estado de un alma que está perdida dentro de su propio cuerpo. Decirle a alguien que está deprimido es igual a decirle que su ánimo está devaluado, que su espíritu está en quiebra por malversacion emocional o que sus divisas sentimentales cayeron en la bolsa por el efecto dragón.
Depresión también suena a geografía. Suena al color más oscuro de cualquier mapa orográfico, a barrancas submarinas, a la contraparte de las montañas. Uno no le puede decir al que está tristeando que está en la sima, que está muchos metros por debajo del nivel del mar, que hay una alta probabilidad de precipitación en sus ojos.
Prefiero esa palabra tan poética, tan decimonónica, que utilizaban los poetas para hablar de sus caídas: melancolía.
Hipócrates, mucho antes de los siquiatras, definió el carácter melancólico en base a su teoría de los humores. Para el griego, la bilis negra era la que predominaba en las personas taciturnas y solitarias, aquellas que aparentan estár hechas de polvo, que sólo de verlas parece que se van a desmoronar; esas que sienten la tristeza como algo físico, como un sabor agrio que se les acumula en la boca, que de cuando en cuando los ahoga.
La tristeza es el estado natural de Satán, decian los padres de la iglesia. El mero mero Malo siente melancolía por el paraíso, extraña la luz y la presencia divina. Durante mucho tiempo, cuando se creía que los demonios caminaban libres por la tierra y les hacìan pasar las de Caín a los hombres, se consideró que la personalidad melancólica era la más proclive a ser poseida por las potencias infernales. Algunos de los más famosos demonólogos e inquisidores de los siglos XVI y XVII -como el infame Sprengler, coescritor del Maellus Malleficarium-, señalaban que aquellos seres sombrios que siempre pensaban en negro eran las víctimas naturales de Lucifer. Martin Lutero, el de la reforma, recomendaba hacer el amor -el lo hacìa del diario con su mujer-, para disipar las tristezas y asi dejar de ser presa facil de las asechanzas del diablo. Algo sabía el cabrón.
Lo cierto es que cuando te ataca la melancolía te sientes hueco (no poseso), como si te levantaras de la cama incompleto, como si algunos de los seres que te forman -el guerrero, el cómico, el ingenioso, el playboy, el caballero andante, el rebelde sin causa-, se quedaran entre las sábanas y te abandonaran a tu suerte. Cuando estás deprimido -otra vez la palabreja-, te sientes como una cáscara. Lo que anida en tu interior no es sino el vacío. Es como si te vieras desde fuera de tí mismo, trabajando, caminando, hablando,y darte cuenta de que ese tú parece una marioneta controlada por fuerzas desconocidas.
Las disciplinas modernas -psiquiatría, psicología, farmacología-, han dado algunas teorias acerca de la melancolía: que es cíclica y normal, que se debe en casos extremos a un desequilibrio químico. ¡Banal cosa somos! Nuestro sufrimiento, nuestra tristeza no es sino una enfermedad que puede ser curada tomando litio o provocando que ciertos neurotransmisores del cerebro se activen. Tomando pastillitas se acaba el dolor; comiendo más pescado se termina la tristeza.
En realidad, esa última explicación no me satisface. Pareciera que todas las melancolías del ser humano, incluso algunas que nos han regalado las obras cumbres de la humanidad, pudieran ser tan sencillas como para ser curadas con medicinas. Más bien, prefiero explicarme este estado como el hecho de que algunos hombres están destinados a cargar el peso de la creación en sus hombros, que el polvo del mundo, de los edificios, las iglesias, de las montañas, los caminos, de los muertos, tiene la predisposición de acumularse en las espaldas de ciertos individuos. Incluso prefiero la explicación demoniaca por colorida. A veces el diablo de la tristeza se nos mete a la piel.
Todo eso es preferible al prozac y al Valium.
Omar Delgado
2007
P.S. Por cierto, el grabado con que se ilustra este post es de Alberto Durero, se titula precisamente "Melancolía", e ilustra el momento en el que dicho estado del alma se transmuta al de la iluminación, al del conocimiento y la creación.

1 comentario:

Sandra Becerril dijo...

Hace poco en el blog, escribí algo triste y al día siguiente algo feliz. La verdad es que sólo se me ocurrió escribirlo, estaba en un punto medio de paz... la gente me recomendaba que saliera de mi estado de ánimo de depresión, otros que no se creían la felicidad y asi, ya sabes...

La tristeza para mi no es tan mala... me hace escribir, y si escribo soy feliz...

Ahora que si ya la traes incrustada en la piel, habrá que hacer algo para extirparla...