miércoles, marzo 07, 2007

Macondo de manteles largos

Photobucket - Video and Image Hosting


El señor de la foto pudo haber sido un buen taxista. A sus pasajeros los pudo haber deleitado con historias de su familia, de las damas que volaban y de los hombres que llevaban la muerte anunciada en el rostro. Seguro que hubiera sido capaz de dominar las calles de cualquier ciudad de Latinoamérica, lo mismo México que Caracas o Bogotá.
También pudo haber sido un buen doble de Rafael Inclán, presentandose en algún bar de mala muerte albureando al respetable. Pudo haber sacado su credencial de la ANDA y ser doble en alguna de las películas de ficheras de los años ochentas, y con suerte, pudo haberle dado una nalgada a Sasha Montenegro y agarrarle una chichi a Gabriela Goldsmit junto con Polo polo.
Por supuesto, también pudo ser un buen boxeador y presumir que el golpe en la cara que llevaba al ser fotografiado se lo había propinado el Pipino Cuevas o el Ratón Macías. Seguramente hubiera regalado sus guantes a una cantina que los exhibiria orgullosa para después retirarse y poner una lonchería en la calle de Luis Moya.
Para nuestra fortuna, en lugar de elegir todos esos prometedores caminos, eligió el de las letras. Escribió de su familia y nos regaló algunos de los libros más entrañables de la literatura en español. Agregó Macondo a nuestra geografía emocional ,nos enamoró de Remedios la Bella y nos entretejio miles de historias entre las filigranas del alma. Gracias a su lucidez, los latinoamericanos podemos a través de su obra interpretarnos un poquito.
Pero claro, de haber elegido alguna otra profesión, el hombre de la foto se hubiera ahorrado el tremendo madrazo con el que desde la foto nos sonré. De no haber sido escritor, jamás hubiera conocido a Mario Vargas Ilosa, jamás hubieran sido amigos y nunca de los nuncas hubiera recibido un derechazo de parte del peruano el día de los novios del año 1976.
Y este hombre, que pudo ser taxista, doble cinematográfico, boxeador o burócrata de ventanilla, tiene ya ochenta años de edad; su gran obra, Cien años de soledad, cuarenta; su premio nobel, veinticinco, y sesenta su adicción a ese vicio tan delicioso que es el escribir.
Ojalá que su pluma -y su persona extraordinaria-, nos dure mucho más.
Felicidades, Gabo

Omar Delgado
2007

No hay comentarios.: