jueves, marzo 15, 2007

Amor eterno sin Juanga.

¡Vilma! Tienes los pies fríos.

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Definitivamente, hasta los arqueólogos tienen su poesía.
Esta imagen, dada a conocer al mundo pocos días antes del día de los novios del 2007, conmovió a millones de personas. Dos jóvenes, un hombre y una mujer, fueron enterrados en una región de España hace más de 5000 años, juntos, fundidos en un abrazo que aspiraba a durar para siempre. En un principio, cuando no se conocían los detalles del hallazgo, estos paleolíticos Romeo y Julieta nos lanzaron un mensaje conmovedor: el amor –entendido como la ilusión absoluta, la entrega total, la ausencia de miedo—, sólo puede darse en la primera juventud, y para preservarlo en ese estado, es necesario que los amantes mueran. Si hubieran vivido más tiempo, es probable que a los púberes del enterramiento los hubera abatido la rutina; se hubieran comenzado a notar los defectos, las manías, las inseguridades. Tarde o temprano, de haber vivido más tiempo se hubieran aborrecido y separado; la dulce señorita se hubiera transmutado en una gorda matrona cansada de parir; el hombre, por su parte, se hubiera vuelto panzón y viejo; se le hubieran caído los dientes y su amante se le hubiera convertido en odiante.
Sin embargo, la vida nunca deja de ser irónica: los arqueólogos que descubrieron los esqueletos dieron a conocer que el jovencito había muerto de causas naturales; pero la amante, la tierna Julieta envuelta en pieles de bisonte, fue apuñalada y enterrada como ofrenda.
Fue entonces cuando los Shakesperianos homo sapiens nos enseñaron algo que ya sabíamos desde hace tiempo: para que un amor sea eterno, sólo hace falta un cuchillo.
Omar Delgado
2007

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