Siempre es cómodo echarle la culpa a alguien más de nuestros errores.
Mi caso no es diferente. Después de ver una vez más Marnie (1960), del llamado Amo del suspenso, no puedo sino responsabilizarlo por mis fracasos amorosos.
Y es que mi problema ha sido, desde hace algunos años, lo que en cine se llama Misscasting, es decir, la pésima selección de actrices que jugarán el rol de Miss Wolf en la ya choteada película "La vida con el Lobo" (1975). Tengo un "ligero" problema con mis elecciones sentimentales. Lo cierto es que -sin que yo me asuma como paradígma de la salud mental-, me he echado al lomo verdaderos casos clínicos que harían las delicias del doctor Freud. Veamos: una mitómana y embustera, varias neuróticas, dos bipolares, dos borderline con tendencias suicidas, una psicótica potencial (que me regaló una fractura en la naríz con un golpe de cabeza) y varias maniacodepresivas. Me acabo de dar cuenta (hace algunos años y sigo en mi terquedad), que a quien realmente busco es a Marnie Edgar.
Ladrona de corazones y cajas fuertes.
Marnie es una película extraña dentro de la filmografía de Hitchcock debido a que representó varias rupturas en la obra -y en la vida- , del director ingles. Dicho Filme, protagonizado por la hermosa "Tippy" Hedren y el mismísimo Sean Connery, no pudo ser clasificado en ninguna categoría ni género (El pelonson del Hitchcock jugó con ello en un trailer para cine). La película es un filme policiaco, un estudio sobre la presonalidad perturbada, una historia de amor... y más aún. El relato fílmico gira alrededor de la ya mencionada Marnie (Hedren), una ladrona y mitómana compulsiva que tiene el honrado oficio de desfalcar las compañias en donde les dan trabajo. La trabajadora chica llevaba su vida viento en popa hasta que su nuevo patrón, Mark Rutland (El 007), la cacha en la maroma. Mark es un hombre viudo, acaudalado y -pareciera que no-, inteligente. Dejó una carrera en zoología -especializándose en predadores y animales peligrosos-, para encargarse de Rutland Co., la empresa familiar. El buen Mark, al descubrir a Marnie, en lugar de entregarla a la policia para que la entamben, se casa con ella. (Diría una amiga: Eso es quererle joder la vida a álguien)
Pero esto sólo es el principio de los problemas de la pareja. Marnie es frígida. No soporta el contacto físico debido a un trauma infantil. Así que Mark se aguanta todo lo que puede hasta que, en el crucero de su luna de miel, exige sus prebendas conyugales de manera poco delicada. Mark, quien ama "sinceramente" a Marnie, le ayuda a escarbar en su pasado para encontrar la causa de sus perturbaciones, búsqueda que los lleva a enfrentarse a Berenice Edgar, madre de Marnie y prostituta retirada.
Marnie fue una de las obras más criticadas del Amo del suspenso, y se le consideraba, en aquellos sesentas, como uno de sus peores trabajos. Afortunadamente, se ha ido revalorando hasta convertirse en una película que, sin llegar al nivel de Psicosis o Trama Macabra, se considera muy solvente.
El calvo las prefería rubias
Más que la calidad de la pelicula, lo que llamó la atención (y el chisme) fueron los hechos que se dieron alrededor de ella. Hitchcock contaba con sesenta años a la hora de filmara y estaba perdídamente enamorado de "Tippy" Hedren. El director cortejó a su actriz al punto del acoso, y la relación entre ellos se descompuso a tal grado que ambos terminaron la filmación hablándose a través de intermediarios. Hitchcock nunca le tronó sus huesitos a la Hedren -con la que había tomado el papel de tutor y protector, tal y como lo había hecho con otras de sus protagonistas en el pasado). Así que, en venganza, prácticamente destruyó la carrera de la actriz.
La relación entre la Hedren y el director puede leerse a través de la película. La fascinación con que la cámara se posa en el rostro de la actríz, un rostro hermosamente fiero, rostro que bien pudiera ser el de una ménade o una walquiria; el pudor con el que Hitchcock filmó la violación de Marnie; los diálogos entre Mark y su perturbada esposa (que pueden ponerse, con un poco de imaginación, en la boca de Alfred y de "Tippy"), y la final domesticación de la fiera la cual el director sólo pudo consumar en el celuloide.
A partir de ahí, Hitchcock nunca volvió a fungir de Pigmaleón de alguna joven y rubia actríz, y su trabajo se hizo más sobrio. "Tippy" apenas si pudo participar en dos películas más después de Marnie, y Sean Connery demostró que podía sacar adelante papeles más complejos que su protagónico en la saga del cero-cero-siete.
Y para mí la película (que por cierto es la obra de Hitchcock que más me gusta, incluso por encima de las andanzas de Norman Bates), me demostró que debí de estudiar zoología -o de mínimo, psiquiatria-, y que me debí de llamar Mark Rutland. (O de mínimo, James Bond)
Omar Delgado
2006
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