Reseña de la novela “No tengo tiempo” de Arturo Vallejo
En las artes —muy especialmente en la literatura y el cine—, hay personajes que, por su construcción, encarnan el espíritu de toda una época o de un momento histórico. Así pues, no se podría entender el espíritu del deber en
De igual manera, en los últimos años del siglo XX surgieron personajes que de seguro en algunos siglos serán alegoría de la crueldad y cinismo de nuestros tiempos. Quizá el que vaya al principio de la fila sea el entrañable Hannibal Lecter, seguido de cerca por el relamidito y brutal Patrick Beatman de American Psycho, ambos asesinos que encarnan el individualismo a ultranza y el espíritu hedonista —a cualquier costo—, que la ideología reinante se empeña en ensalzar.
Sin embargo, faltaba el otro lado de la moneda. Era necesario que surgiera quien fuera alegoría del desencanto y la falta de dirección de los miembros de la archiconocida generación X, ese segmento de la población, nacida en los setentas y ochentas, que tuvo que conformarse con un trabajo sin futuro y con remojar sus aspiraciones en un café de máquina mientras desayuna en una tienda de conveniencia. Ya había surgido una novela que le reclamaba a la sociedad el fraude del que fue víctima: Fight Club, de Chuck Palahniuk, en donde a través de una disociación de personalidad el protagonista exhibe la falsedad de los postulados del neoliberalismo. Sin embargo, hacía falta que alguien hiciera lo propio para los damnificados de las periferias, aquellos para los que ni siquiera la locura es opción.
Arturo Vallejo (Ciudad de México, 1973), pudo resumir ese espíritu en la figura de
El escritor tiene el enorme mérito de construir, a partir de un medio ambiente bien definido —el sur de la ciudad de México—, una fábula sin moraleja que tiende a lo universal.
La novela está escrita en una cuidada voz en primera persona, la cual la hace entrañable al tiempo que la limita: por un lado, es posible empatizar de inmediato con la realidad de la protagonista y condolerse —aunque no mucho—, de sus penurias. Sin embargo, su propia voz la acota en el sentido de que, al ser ella misma un personaje sin mucha reflexión, no permite ahondar con profundidad en su circunstancia. Aún así, con la pura relación de sus andanzas,
Una muy buena novela de un escritor que promete ser cronista de toda una época.
Leerla es indispensable (Con y sin 2% de impuesto a la pobreza)
Omar Delgado
2009
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