martes, mayo 06, 2008

Monsibirthday

A los setenta años de Carlos Monsiváis

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Carlos Monsiváis en un cartón de Rogelio Naranjo

El Monsi es ya, dicho en el mejor de los sentidos, una caricatura de la intelectualidad, un monito de Abel Quezada con características muy propias e intransferibles a otras figuras del medio pensante mexicano. Ningun otro exhibe esas greñas que parecen palenque por la cantidad de gallos; ninguno ostenta esas gafas que parecen más el parabrisas de una combi que los intrumentos de visión de un ser humano; nadie convive con la miriada de gatos con la que vive y sufre en su deparamento de la colonia Portales; nadie puede presumir de tener una cultura de esas dimensiones ni una palabra de tan refinado PH, capaz de corroer cualquier estulticia.
Sólo Monsi.
Su dilatada sombra se expande desde los años sesenta, cuando fructificaba la generación de la literatura de la onda al tiempo que la intelectualidad orgánica se aglutinaba alrededor de Fernando Benitez y la autodenominada Mafia. Monsi fue un caso singular, pues a pesar de haber crecido a la sombra de los segundos, no se decantó por ninguna de las dos corrientes, sino que forjó un camino propio. De él se elogian su memoria prodigiosa y su cultura, y se le denostan su sectarismo y su tendencia acomodaticia, la cual lo hace prensentable lo mismo con los gobiernos priistas que con las cortes panistas del siglo XXI o con los clanes perredistas de la Ciudad de México. Sin embargo, sus tendencias ideológicas son claras, y van más allá de cualquier grupo o partido: defensor acérrimo del estado laico y de las minorías (religiosas y sexuales); promotor y difusor de la alteridad, amante de ese pandemonium al que se le llama cultura popular y cronísta privilegiado del armagedón cotidiano. Las fuentes en las que abreva Monsi para parir su obra se extienden desde las obras universales hasta el comic; desde el cine clásico hasta los tibiris de arrabal; desde las epistemologías clásicas hasta los albures callejeros; desde Horacio hasta Rius; desde Rabelais hasta El Piporro.
Quiza es su tendencia a la universalidad la que le impidió decidise por cualquiera de los géneros prosisticos establecidos. Monsi no es novelista ni cuentista, sino que escribe en un género que creo ex-professo, mezcla de crónica, reportaje y novela de no ficción que le es muy propio (y que incluso ha sido llamada Género Monsiváis). Por lo mismo, su linaje intelectual se puede trazar desde Guillermo Prieto hasta Salvador Novo, pasando por Vicente Riva Palacio y José Guadalupe Posada (ese gran cronista gráfico), para concluir en los moneros Ruis y Gabriel Vargas, sus cuates y cómplices.
Hay algo que ni siquiera sus críticos más duros pueden negar: el Monsi es el epicentro de la vida cultural del México contemporáneo, lugar que comparte junto con otra de sus entrañables amigas, la Elenita Poniatowska. Luego de la muerte de Octavio Paz, hace diez años, Carlitos se convirtió en la referencia indiscutible, en la voz acreditada. Muchos le critican sus apariciones en los medios masivos de comunicación y su supuesto cacicazgo dentro del medio literario. Es cierto en parte: Monsi ha construido un personaje de sí mismo, un profe cool rodeado de felinos y muñequitos de lucha libre, una figura que en ocasiones banaliza la imagen del intelectual. Sin embargo, esto es más positivo que negativo, pues gracias a él se ha derruido en parte el estereotipo del escritor mamón e inaccesible para convertirse en una amalgama en que se incluye al showman, al escritor y al locutor de radio de los años cuarenta. En un país en donde cada habitante lee un promedio anual de medio libro, es de agradecer que el Monsi sea reconocido y escuchado con simpatía por gran parte de la población.
Sólo por eso, Monsi es irrepetible.
En el plano personal, tengo algo que agradecerle sobremanera: gracias a él me inicié en el oficio de las letras. Alguna vez fui un adoleshambre barroso que leía compulsivamente hasta que un día me encontré con una frase que me heredó una gozosa carga: "Aquel lector ávido, que se ha deleitado con los mundos ficticios de otros, de repente se percata de que tiene una enorme deuda, y comienza a escribir para retribuirle al mundo todo lo que ha aprendido y gozado de los libros de otros" (la frase no es exacta, la cito de memoria)
El autor: Carlos Monsiváis.
El impresindible Monsi

Si quieren leer algo de Carlitos, píquenle aquí.

Omar Delgado
2008

2 comentarios:

Mikhel Ar Zahr dijo...

mi estimado Sr. de la Noche, heme aquí degustando su atractiva prosa, y las lineas cadenciales de sus escritos. Me gusta su forma de expresión...
me despido, no sin antes mandarle un cordial saludo...

y por aquí nos veremos para seguir apreciando su mundo...

Anónimo dijo...

Ya me cae bien este Carlos por la descripción que hacés. ¡Y estoy de acuerdo con su frase final!