viernes, abril 04, 2008

Genocidas Malboro

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Hace apenas unos días entró en vigencia la ley antitabaco en la ciudad de México. Ahora, en ningún lugar bajo techo -incluidos bares, cantinas y congales-, se podrá, siquiera, encender un cigarrillo. Cualquier persona que trate de inflingir la ley se expone a pagar una multa de 3000 pesos (por ahí de 300 U.S.D), e irse a disfrutar de unas cortas vacaciones en el Chirona´s Suites.
La ley, a pesar de las múltiples molestias que nos causa a los fumadores habituales, se promulgó por razones justas. No podemos obligar a nadie a que se sople junto con nosotros el aroma de nuestro tabiro. Mucho menos, el hacerle disfrutar el aroma de nuestro puro o de nuestro tabaco de pipa. Sin embargo, la legislación peca de extremista al prohibir totalmente que se fume en lugares públicos, pues es mucho más fácil -y tolerante, y democrático-, el obligar a los establecimientos a crear secciones para fumar cerradas, aisladas del paraíso ascéptico de los no- fumadores. Otra opción sería que los bares, cantinas, restaurantes y demás lugares de relajación y fandango escogieran ser Libres de humo o no. Así los purísimos no-fumadores podrían ir a un bonito lounge en donde se sirvieran bebidas color pastel y se repirara aire proveniente de las capas aúreas del cielo mientras los fumadores podríamos estar en antros hardcore, nadando en nuestros propios humos tóxicos y escuchando heavy metal al lado de carnosas y desnudas fumadoras.
Lo cierto es que la nueva ley toma su espíritu de la ideología anti-tabaco desde hace algunos años se ha fomentado en la sociedad. El fumador, para muchos, no es sino un genocida bonsai, un Himmler que lleva en su bolsillo la cámara de gas y que su única meta en la vida es asesinar lentamente a los pobrecitos no-fumadores. Al humo del tabaco se le atribuyen cualidades infernales: cada bocanada -podría decir sin mucho empacho más de uno-, lleva miriadas de espíritus impuros dispuestos a carcomer el organismo de los muy sanos individuos que no fuman. Nicotina, Alquitrán, Monóxido de carbono, todos ellos no son sino nuevos nombres de la Demonología del siglo XXI.
Por supuesto, a los cristalinos no fumadores no se les ocurre que todos los días ingieren muchos agentes tan o más dañinos que los que contiene el humo de cigarro. Las cancerígenas sopas Maruchan, la Coca Cola Zero que desbarata el páncreas, o su contraparte light que erosiona las neuronas, los miles de colorantes y saborizantes arficiales que cualquier comida instantanea tiene y que son fuente infinita de cáncer. Incluso las radiaciones del omnipresente teléfono celular le puede causar a alguno de esos sanísimos individuos un tumor que lo haga convertirse en el Joseph Merrick del nuevo siglo. Pero en fin...

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Es por eso que desde ahora la inmensa mayoría de los lugares públicos van a sufrir una merma importante en sus clientes habituales. Gracias a las nuevas prohibiciones, muchos de los ritos que se llevan a cabo con el tabaco (impensable un cafecito sin cigarro, o unas cervezas sin el acompletador nicotínico), van a tener que efectuarse en la comodidad y privacía de los hogares. Y no es que nosotros, los nefastos fumadores, no estemos conscientes del daño que nos hace nuestro vicio (finalmente, algún día lo dejaremos).
Es solo que nos hincha las gónadas que algún santurrón nos diga dónde debemos fumar.
Omar Delgado
2008
Glosario
Chirona: En el caló del hampa de la ciudad de México, la cárcel.

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