Militares colombianos retirando los cuerpos del lugar de la matanza
Recuerdo que mi abuela, cuando alguno de los miembros de su inenarrable prole se iba a trasnochar, acostumbraba explicarle con lujo de detalle los peligros de la noche chilanga. No faltaba entonces que aquel, ya con la pata en el umbral, le contestara algo así como: "Ay, mamá... Cuando a uno le toca, le toca", a lo que ella contestaba invariablemente: "Pos sí, mi´jo, pero no te vayas a ir a poner al tocadero".
Ella sabía de lo que hablaba. No en balde presenció a los cuatro años una masacre de rebeldes cristeros en Zacatecas. Si estuviera viva, muy seguramente hubiera opinado que los jóvenes mexicanos que murieron en Ecuador la semana pasada a manos de las milicias colombianas estaban en ese lugar en donde es mas fácil que las loterias de la muerte lo señalen a uno.
la madrugada del 1º de marzo del presente, en territorio ecuatoriano, acampaban varios miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Entre ellos se encontraba Raúl Reyes, el jefe negociador de dicha fuerza guerrillera. Las fuerzas armadas Colombianas los atacaron esa noche con bombas y artillería convirtiendo el lugar en un matadero. Dicha acción del gobierno de Álvaro Uribe tensó las relaciones entre Ecuador y Venezuela con Colombia casi al punto del quiebre, y sólo un fino hilado diplomático del gobierno de Hugo Chavez pudo salvar a la región de una confrontación armada.
En México, aparentemente tan lejos de Ecuador, también han llegado polvos de aquellos lodos, pues se supo que por lo menos diez ciudadanos mexicanos estaban en ese momento en el campamento de las FARC. La mayoría murieron destrozados por las bombas colombianas, y a la única sobreviviente, la estudiante Lucía Andrea Morett Álvarez, actualmente se le atiende en Quito por las lesiones sufridas.
Dejando a un lado el análisis del conflicto colombiano, (que ya ha merecido miles de litros de tinta), es lamentable el trato que tanto el gobierno como los medios mexicanos le han dado a los compatriotas fallecidos en el campamento. Muchos sesudos intelectuales de derecha (que los hay, por más que la frase se acerque al oxímoron), se han desgarrado las vestiduras por que los jóvenes fallecidos en Ecuador eran alumnos de la UNAM. Algunos irresponsables, incluso, han señalado que en la máxima casa de estudios del país se encuentran semilleros de terroristas dispuestos a incendiar nuestra pacífica y democrática nación.
Es comprensible, pues la derecha mexicana aborrece a la UNAM. Ese rencor patológico se debe en parte debido a que es una de las mejores universidades del mundo (la 59) y la mejor de Latinoamérica (mientras instituciones tales como el ITAM o el TEC de Monterrey ni siquiera son mencionados en el ranking de las 500 mejores escuelas); en parte por su carácter público, y en parte por que, a pesar de sus múltiples taras, la Universidad Nacional es el espacio más grande de creación, reflexión e investigación del país. De sus aulas han salido los tres premios Nobel de México, cientos de investigadores de todas las áreas, los mejores pensadores del país y, sobre todo, miles de ciudadanos con una preparación de primer nivel en todas las áreas del conocimiento. Para la oligarquía esto es una ofensa imperdonable pues, además de considerar a la educación un privilegio exclusivo de ellos, saben que la inmensa mayoría de la resistencia a su proyecto dictatorial proviene de la manada puma.
Es por eso indignante el trato de delincuentes que los medios electrónicos mexicanos les han dado a los compatriotas muertos en el campamento de las FARC. Aclaremos: dicha agrupación no es nada ejemplar, pues muchas veces combina la lucha rebelde con las prácticas abiertamente delincuenciales tales como el narcotráfico o el secuestro. Sin embargo, aún así, deben ser consideradas una fuerza insurgente por el gobierno colombiano. Lo que hacían los estudiantes mexicanos en ese lugar tal vez nunca lo sabremos: puede que estuvieran haciendo investigación, puede que se quisieran incorporar a las filas de dicha guerrilla, puede que estuvieran recibiendo instrucción militar de las FARC... Lo cierto es que son mexicanos muertos en territorio extranjero, caídos en una acción militar ilegítima (pues según las convenciones internacionales ningún ejercito puede atacar al negociador del enemigo), y seres humanos ante todo.
Aunque, por otro lado, es casi seguro que los muchachos sabían que estaban en peligro, y decidieron correr ese riesgo por alguna razón. Como mi abuela decía, se paseaban por ese tocadero esperando a que la dama de la guadaña se decidiera a bailar con ellos. Y lo hizo.
Sólo espero que hayan estado ahí buscando crear una sociedad más justa.
Descansen en paz, compañeros.
Omar Delgado
2008
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