domingo, julio 22, 2007

FIÓDOR Y EL DIABLO

El mal en la obra de Dostoievsky

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket



Pocos escritores han tenido una obra en la que reflejen tan claramente las inquietudes y fluctuaciones de su propia alma como lo fue Fiódor Dostoievsky (1821-1881). Cada uno de sus libros puede ubicarse, de acuerdo a su temática y sus personajes, en un momento determinado de su vida.
El autor ruso, aunque casi en ningún momento de su obra hace ejercicios autobiográficos, acude con frecuencia a su vida para narrar sus historias o construir a sus personajes. El libro que lo recrea con mayor fidelidad es El jugador, novela publicada en 1866, donde plasma sus vivencias como ludópata. En su extensa bibliografía, es posible seguir con claridad los cambios ideológicos, espirituales, sentimentales y familiares que sufrió en los años de su existencia. No obstante, hay un elemento que se mantuvo presente a lo largo de su obra: la preocupación por el mal en el ser humano.

Odiarás a tu padre…
La vida de Fiódor Dostioevsky sólo puede ser catalogada como turbulenta. Nace en el seno de una familia pequeño burguesa en 1821 en la que el padre, Mikaíl, era médico del hospital de Santa María, en Moscú. El futuro autor de Los Hermanos Karamazov pasó su infancia hacinado en dos pequeñas habitaciones del nosocomio, rodeado por sus numerosos hermanos. Mikaíl Dostoievsky era lo que se consideraría en la actualidad un profesionista de clase media, pero en la Rusia del siglo XIX, el ejercer alguna profesión bastaba para considerarse parte de la nobleza. El padre de Fiódor Dostoievsky fue un hombre estricto y avaro, quien mantenía en condiciones precarias a su esposa y a su prole.
La figura de Mikaíl Dostoievsky fue determinante en el carácter del futuro escritor, tanto, que en doctor Freud le dedicó a esa relación padre-hijo uno de sus ensayos: Dostoievsky y el parricidio, publicado en 1926. Cuando Fiódor tiene 16 años su madre muere, y Mikaíl lo fuerza a ingresar en la Escuela Militar de Ingenieros. Durante sus años de estudiante sufre la avaricia de su padre, quien se niega a mandarle recursos para comprar las cosas más indispensables.
El padre del futuro autor gozaba de una posición relativamente holgada. Se había jubilado del hospital y, con sus ahorros, compró una pequeña propiedad y consiguió algunos jornaleros para que la trabajaran. Con el paso de los años, Mikaíl se aficionó a la bebida y a maltratar a sus siervos, por lo que estos, hastiados de su crueldad, lo asesinan en 1839, el mismo año en que Fiódor concluyó sus estudios como ingeniero militar. Descontento con la profesión que le habían impuesto, decidió convertirse en escritor. Publica Pobres gentes, novela con temática social en la que llena de alabanzas a un grupo de siervos demasiado parecidos a los que lincharon a su padre. El libro resultó un éxito y Dostoievsky se convirtió en un prometedor hombre de letras.

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket



Los helados infiernos
Además de la ambivalente relación con su padre, otro de los factores que causaron una profunda huella en la vida y en la obra de Fiódor fue su militancia política. Una vez que se convirtió en autor de renombre, fue influenciado por los círculos socialistas y anarquistas de su tiempo. Militó en el Círculo Petravinsky, grupo que se reunía periódicamente para discutir, entre otros tópicos, la liberación de los siervos rusos y la lucha por la libertad de expresión. El grupo, originalmente sólo de estudio, se radicalizó y comenzó a planear el asesinato de Nicolás I. La policía zarista los descubrió y encarceló un día de abril de 1854. A los conspiradores, incluyendo al joven Dostoievsky, se les condena a muerte, pero justo cuando estaban frente al pelotón de fusilamiento, se les conmuta la sentencia por la de prisión con trabajos forzados. Al Fiódor, quien pudo el rostro de la muerte en los cañones del pelotón, lo mandaron cuatro años a la prisión de Omsk. Durante su periodo como presidiario, el escritor convivió con algunos de los peores criminales de la Rusia de los zares: asesinos, violadores, estafadores y ladrones violentos. A Fiódor le impactó, sin embargo, que esos hombres pudieran tener también rasgos de solidaridad y bondad. Luego de cumplir su tiempo en prisión, fue enviado como soldado raso a una aislada guarnición de las estepas siberianas. Muchas de estas experiencias carcelarias están reunidas en su novela titulada La casa de los muertos.
Durante su tiempo como prisionero y luego durante su temporada como soldado raso, Dostoievsky leyó compulsivamente el Nuevo Testamento. De ahí adquirió una espiritualidad, casi enfermiza, que contrastaba con su personalidad impulsiva y altanera. En Siberia también conoce a la que sería su primera esposa, una joven viuda llamada María Dmitrevna Isavena.

Los anárquicos endiablados
Años después, Dostoievsky escribe una de sus obras menos logradas: Los Demonios, en la que abjura de sus militancias anarquistas narrando las tropelías de un grupo de jóvenes fanatizados por el nihilismo terrorista. En esta novela el autor crea uno de sus personajes más demoníacos: Nikolai Stravrogin, rebelde corroído por el remordimiento y la culpa, pero incapaz de hacer un acto noble. Stravrogin es un joven influenciado por ideas muy parecidas a las que al escritor casi le cuestan la vida. Es capaz de cometer los actos más deleznables sólo por aburrimiento y hastío. En un capítulo de dicha obra, trabaja pacientemente por seducir a una niña de doce años, Matrioska, hija de la mujer que le hospeda. Una vez consumado el acto, narrado sin una gota de ternura, la niña se ahorca debido al remordimiento. Después de ello Stravrogin, en un impulso de autoflagelación, contrae matrimonio con una deficiente mental, a la cual humilla y maltrata. Vacío, errático, Nikolai continúa su caída hasta que, en el final del libro, se ahorca.
El pasaje de Los endemoniados que narra la seducción de Matrioska, al parecer, corresponde a un episodio real de la vida de Dostoievsky. En la carta que un conocido del autor, llamado Strakhov, dirige a Tolstoi, se refiere que:

“[…] No puedo considerar que Dostoievsky como un hombre bueno y feliz. Era malo, rencoroso, libertino y estaba lleno de envidia. A lo largo de su vida fue presa de pasiones que le hubieran hecho sentirse ridículo y desdichado de haber sido menos inteligente o menos malvado […] Dostoievsky era incapaz de dominar su carácter… Lo peor es que se enorgullecía de ello y jamás se arrepentía de sus innobles acciones […] Vikastov, un profesor, me confesó que [Dostoievsky] alardeaba una vez de haber violado a una niña en la casa de baños, niña que le fue llevada por su institutriz. ”[1]

La autenticidad de la anécdota referida es no muy creíble, dada la animosidad con la que el mencionado Strakhov habla del autor ruso. Por otro lado, es posible que Fiódor haya por lo menos fantaseado con la idea de violar a una menor. Ese conocimiento, práctico o no, de un hecho tan recriminable fue lo que le llevó a retratar al personaje de Nikolai Stravrogin con amplia verosimilitud.
Es a partir de Los demonios o Los endemoniados (como también se le conoce), cuando el mal y su naturaleza se hacen evidentes en su obra. Como fiel cristiano, cree en la existencia de Lucifer; sin embargo, en contadas ocasionas lo retrata con un ente concreto. Para Dostoievsky: “[…] el diablo es un poder espiritual trascendente, aunque se le observa mejor por sus efectos en el comportamiento humano. Su hogar no es el infierno, sino el alma humana”.[2] Dicha preocupación estará presente, ya sea velada, ya sea evidente, en toda su obra posterior.

El mal redimido
Si Nikolai Stravrogin es un malvado sin posibilidades de perdón, entonces Raskolnikoff, de Crimen y Castigo, es su contraparte. En dicha novela se relata cómo el protagonista (el mencionado Raskolnikoff) planea y perpetúa el asesinato de una vieja prestamista, así como la posterior carga de remordimientos que dicho crimen le hacen padecer. Publicada en 1866, cinco años antes de que escribiera Los Demonios, la historia del estudiante asesino posee un tono menos político, inclinándose más hacia el lado psicológico de la trama.
Dostoievsky juega en esta historia con el lector, lo hace simpatizar con el asesino a fuerza de humanizarlo Raskolnikoff es un joven estudiante, idealista, y algo soberbio, que se ve en serios apuros económicos. Por otro lado la víctima, la usurera, Alena Ivanova es una mujer fría y cruel, por la que no se puede sentir ninguna compasión. El protagonista la mata, pero luego del crimen es atormentado por sus propios remordimientos. A pesar de que puede eludir a la justicia, al final de la historia, se entrega, acción que le devuelve la paz del alma.
En Crimen y castigo, el autor ruso representa al mal como inherente al ser humano, un mal compuesto por la vanagloria y los aires de superioridad. Se abstiene de tratar lo maligno como concepto metafísico, sino como una de las condiciones naturales del hombre. Raskolnikoff mata a Ivanova debido a que se cree superior moral e intelectualmente a ella. Es el asesino la parodia del superhombre Nitetzcheniano al que vuelve humano su conciencia y su posterior aceptación de la culpa.

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket



Caín, Abel y Alexei
Los hermanos Karamazov, considerada la obra máxima del autor ruso, fue su última novela, pues una hemorragia acabó con su vida en febrero de 1881, apenas unos meses después de concluirla. Es probablemente que sea el trabajo más complejo de Dostoievsky, pues en él vierte todas las contradicciones que atormentaban su propio ser, desde las políticas hasta las morales. La trama gira alrededor del asesinato de Fiódor Pavlovich Karamazov, hombre de 55 años, a manos de uno de sus cuatro hijos. Dimitri, el mayor, es inculpado y condenado injustamente por el crimen. Como en Crimen y Castigo, Dostoievsky juega otra vez con la moral del propio lector, pues Fiódor es un ser egoísta, despiadado y altanero, con el que es casi imposible simpatizar. Así, su asesinato aparece como comprensible, e incluso, como un acto justiciero
Si Fiódor Karamazov es un retrato casi exacto de Mikaíl, el propio padre de Dostoievsky, sus hijos son piezas de una superestructura que bien puede ser la misma mente del autor. Cada uno de ellos corresponde a diferentes desdoblamientos de su personalidad: Dimitri es un sensualista y derrochador controlado por sus impulsos; Iván, el segundo, es el racionalista ateo que niega toda implicación moral; Alexei es el esperanzado, el que cree profundamente en el cristianismo y en la posibilidad de redención del ser humano; Smerdyakov, hijo ilegítimo de papá Karamazov y criado de la familia, es un asesino nato que adopta la ideología atea de Iván, como pretexto para cometer el parricidio.
De manera independiente a los enormes méritos literarios que tiene la novela, es en Los hermanos… en donde el autor ruso expone algunos de los debates más intensos acerca de la existencia del mal. En el libro quinto, Iván y Alexiei contraponen sus filosofías: mientras el menor de los Karamazov sostiene la existencia de Dios, el racionalista se limita a leer los diarios de la época. Las noticias que le comparte a su hermano menor hablan por sí mismas: un noble ordena a sus perros de caza despedazar a un niño campesino ante los ojos de su madre; un soldado que retiene a una criatura y le permite jugar con su pistola sólo para volarle la tapa de los sesos minutos después; un hombre que azota los ojos de su caballo hasta dejarlo ciego. Para Iván, el principal argumento en contra de la existencia de un ser superior, bondadoso y sabio es la existencia de tales atrocidades. Ante tales alegados Alexis sólo puede ofrecer su propia fe.
Sin embargo, es en el libro decimoprimero donde Satanás se manifiesta en todo su esplendor. Después de que Smerdyakov le confiesa que él mató al padre de ambos, Iván sufre una alucinación en la cual se le aparece un caballero apuesto y encantador que va cambiando de forma y expresión conforme debate con el racionalista. Le confiesa que “es un ángel caído”, y que “nada humano le es ajeno”. No obstante, la revelación más perturbadora que le hace el Maligno a Iván es que, en realidad, el mal auténtico vive en el racionalismo ateo que tanto defiende.
El final de la novela no es nada autocomplaciente: Smerdyakov se suicida, Dimitri es condenado, e Iliushechka, niño que murió como consecuencia de los actos de Dimitri y Fiódor, es sepultado. Alexiei, ante tales hechos, sólo puede presentar su propia vida y su inmensa esperanza como argumento de la existencia de Dios.


Los muchos Dostoievskys
A lo largo de la obra del ruso, se puede apreciar que su principal fortaleza, que no la única, son sus personajes que, curiosamente, pueden ser calificados como repetitivos. Todos se parecen demasiado entre sí, y muchos se parecen al autor. Fiódor mismo fue un hombre de tempestades: lo mismo podía ser generoso que cruel. Era casi siempre incapaz de refrenar sus propios arrebatos al tiempo que buscaba la paz interna en distintas ideologías. En general, casi todos los protagónicos de sus obras se le parecen, como bien lo dice Somerset Mauhgam:

“[Dostoievsky] se sentía satisfecho por tener que entendérselas con un grupo reducido de personajes, y estos se repiten novela tras novela. Alyosha de Los hermanos Karamazov, es el mismo hombre, a excepción de la epilepsia, del príncipe Myshkim de El idiota. Stravrogin de Los demonios es simplemente una repetición de Svidrigáliov de Crimen y castigo. El héroe de este libro, Raskolnikoff, es una versión más recia de Iván de Los Hermanos Karamazov. Todos son emanaciones de la torturada, retorcida y morbosa sensibilidad de Dostoievsky.”[3]

En definitiva, sus creaciones tenían mucho de él. Dostoievsky escribió las aventuras y desventuras de esa pandilla tan terrible e interesante, debido a que él, dentro de su propio pellejo, sufría las pulsiones maléficas que con tanta exactitud y genio retrató. Fiódor, como los protagonistas de sus historias, era también un endemoniado que buscaba —y huía— su propia redención.

Omar Delgado
2007

[1] DOSTOIEVSKY, Fiódor. Los Demonios. Introducción de W. Somerset Maugam. 2001. México D.F. Editorial Porrúa. p. XX
[2] BURTON Russel, Jeffery. El príncipe de las tinieblas. 1996. Santiago de Chile. Editorial Andrés Bello. p. 303
[3] DOSTOIEVSKY, Fiódor. Los Demonios. Introducción de W. Somerset Maugam. 2001. México D.F. Editorial Porrúa. p. XXIII

1 comentario:

Ivanov dijo...

Muy buen analisis de las obras de Dostoievski y de su caracter.
Coincido sustancialmente respecto a las similitudes que presentan los personajes de sus obras , aunque no por ello le quita merito alguno, de hecho en este caso lo veo como algo positivo, mas que como una critica a su "repeticion".
Respecto a sus "pulsiones maleficas" , agradezco a Dios que las haya tenido, ya que fueron el fundamento de toda esa genial estructura literaria.Mas en lo personal, Dostoievski fue, es, y seguramente seguira siendo medicina para mi alma, y sin vacilacion alguna mi mejor terapeuta,ya que dudo que cualquier psicologo me ayude a entender tanto la mente humana .Y aun mas, podre decir que fue uno de los mejores pintores del alma rusa, de sus penurias, de sus vicios, y de su constante necesidad de expiacion mediante el dolor.
Muy buen articulo, un gusto haberlo encontrado.