sábado, junio 30, 2007

Punto final. El escritor y el suicidio

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Ernest Hemingway

¿En qué se parecen Virginia Wolf y Manuel Acuña?
¿No le atinan? Entonces... ¿En qué se parecen Alfonsina Storni y Ernest Hemingway?
¿O Alejandra Pizarnik y Jack London?, ¿Yukio Mishima y Sylvia Platt?
¿Emilio Salgari y Guy de Mapussant?,¿Horacio Quiroga y John Kennedy Toole?
Bueno... en que todos eran escritores, y todos se autosuicidaron.
Dicen por ahí que el suicidio es bastante frecuente entre los que nos dedicamos a la pluma. El jueves, en una clase impartida por el mismísimo presidente espurio, (El escritor Oscar Martínez Velez) discutimos el tópico. Un compañero sostuvo que ello no es sino un lugar común, y que suicidios hay en todas las profesiones: es sólo que el suicidio de un escritor muchas veces tiene más resonancia que la de un carpintero o un contador público.

Hablar del suicidio ya es controversial en sí. Es un acto condenado por la sociedad, muchas veces vinculado a la cobardía y al egoísmo. En la antiguedad, quien se quitaba la vida era considerado maldito y prospecto a convertirse en un vampiro o en un espíritu maléfico. En la europa del medievo, a los suicidas se les decapitaba y se les enterraba en los cruces de caminos.

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Virginia Wolf

En muchos cementerios, aún en nuestros días, a los que se matan a sí mismos se les entierra en la parte nor-occidental del terreno, aquella que por definción es la más alejada a la añorada Jerusalen (A los buenos fieles, por el contrario, se les entierra en la zona oriental, la más cercana a la "ciudad de Dios"). Discrimininación hasta en la muerte.
"La puerta falsa", es una de las frases típicas que surge en cualquier conversación del tema. Al suicida se le considera cobarde. Término por demás ambiguo, pues se necesita de mucho valor para intentar quitarse la vida (es algo que, por definción, es antinatural desde el sentido biológico). Los demás animales, por lo general, no se suicidan: sería ir en contra de su instinto de conservación. Sólo algunas especies, como los lemmings, gustan de las inmolaciones grupales.
Tal vez, a nivel humano, el suicida es el cobarde más valiente que existe.
En general, la condena al hecho de quitarse la vida es típica y exclusiva de las sociedades occidentales. Entre los japoneses, por ejemplo, ciertos tipos de suicidio son glorificados. (El harakiri y los kamikazes de la seguna guerra mundial son claros ejemplos de ello); los musulmanes no tienen empacho en autoinmolarse en una guerra o en un acto en el que se lleven a algunos enemigos del Islam. Es natural: en el occidente pragmático y escéptico el individuo es el valor máximo, muy por encima de la comunidad. Atentar contra sí mismo es ir en contra de lo más valioso. El suicida es un hereje, no por ir contra la ley Divina, sino por ir contra el precepto máximo del YO SOY TODO.

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Yukio Mishima

Con respecto a los escritores suicidas, tengo varias teorías: la más cursi me dice que aquel o aquella que se dedica a las letras es una persona tremendamente sensible, que puede empatizar con el mundo en toda su miseria y maravilla. A veces, ese dolor de sentir puede hacerse insoportable, tanto que el suicidio aparece como única opción.
También puede ser que el talento artístico, en algunas ocasiones, vaya aunado a alguna patología de la mente, la cual, paradójicamente, potencia el talento del individuo. La Wolf sufría trastorno bipolar, y Manuel Acuña era maniacodepresivo. Sin embargo, estoy en contra de la imágen vendida de que el escritor, y el artista en general, están locos por definición. (Si eso fuera cierto, los manicomios estarían llenos de Picassos, Mozarts y Cervantes). Creo más bien que, en ciertas personas los trastornos mentales les dan otra manera de ver el mundo, visión que, gracias a su talento (que, por cierto, no depende de su locura), pueden plasmar en forma de poema, sinfonía o cuadro. Por desgracia, esa misma patología de la que sufren ciertos escritores, también les hace quitarse la vida.



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Manuel Acuña

La otra teoría es, quizá, la más cínica: como escritores estamos acostumbrados a joder a nuestros personajes: los enamoramos, desenamoramos, herimos, vapuleamos, matamos, desmembramos. Estamos acostumbrados a crear escenarios, lugares, situaciones, a ser titiriteros de nuestras quimeras. Nos encanta jugar a Dios.
Además, por lo general, sómos muy críticos con nuestro propio trabajo. Cuando no nos gusta un relato o una novela, simplemente la deshechamos, sin importarnos mucho los pobres personajitos que lo habitan. Paulatinamente, nos volvemos personajes de nuestra propia vida y, cuando el relato que es nuestra existencia nos deja de gustar, simplemente lo deshechamos.
En pocas palabras, no es suicidio: es corrección de estilo.
Omar Delgado
2007
P.S. Si les interesa el tema del suicidio, la hermosa blogger Dolores Garibay lo ha estudiado detenidamente. Hágale una visita y no se arrepentirá.

5 comentarios:

Ruy Guka dijo...

Creo que el suicidio es una opción verdaderamente válida frente a la humanidad que nos rodea.

Dolores Garibay dijo...

Ja ja, muchas gracias por la publicidad Lobito, eres un amor ;)

Besos chilangos

SU GATEZA FELINÍSIMA dijo...

NOOOOOOOOOOOOOOOOOO la Woolf no era esquizofrénica, era maníaco depresiva, la esquizofrenia se caracteriza por desarticulación con la realidad y aplanamiento afectivo, como chingados se podría haber escrito con ese coctel Mrs Dalloway,Orlando o al Faro???'Por Dios santo,¡Qué bien escribes¡ pero deberías preocuparte porq la calidad de tu información estuviera al nivel de la pluma.....a éso te dedicas no??
ahí te dejo un artículo pa q se te aclaren las ideas manis...http://www.biomedicas.unam.mx/presenta_gaceta.asp?fecha=09/07/2006, o si no te recomiendo el sitio que me da ideas autodestructivas http://www.herreros.com.ar/melanco/

Anónimo dijo...

autosuicidaron ???

Anónimo dijo...

No ha dicho que Woolf fuera esquizofrénica, sino bipolar. Sin embargo se debe destacar que la bipolaridad se confunde con otros transtornos.