domingo, abril 22, 2007

Virginia red label

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Ingredientes para una masacre
Tómese una cultura adicta a las armas de fuego, una sociedad en donde cualquiera puede comprar una pistola; unos medios de comunicación que glorifican la violencia y la ponderan como única forma de resolver conflictos; agreguese soledad, aislamiento, alienación; agítese todo con una comunidad que divide a sus habitantes en winners y en loosers. Póngase a cocinar al vapor y agregue un sudcoreano.
¡Felicidades! Usted obtuvo sin mucho esfuerzo más de treinta muertos de un chingadazo.
Cho Seung Hui, estudiante del tecnológico de Virginia, el 16 de abril de 2007 entró con dos pistolas a su escuela. Con las balas de su automática y de su pistola calibre 22 despachó en una mañana a 32 de las personas con las cuales trataba o veía todos los días para, finalmente, volarse la tapa de los sesos. Masacres como estas se hacen cada vez más frecuentes en Estados Unidos, en donde cualquier pelagatos que sea residente y que no tenga antecedentes penales, puede comprar una pistola y balas en el Wal-mart. Cho era un joven como cualquier otro, algo retraido, cuya personalidad comenzó a oscurecerse hasta finalmente estallar, un estudiante promedio que devino en verdugo de gente inocente. Probablemente el chico se sentía sólo, burlado y había perdido las esperanzas acerca de su vida. Es posible que, durante meses, alguna voz oculta en su cabeza le estuvo susrrando que esa era la única manera de ser visto; que no hay algo que llame más la atención que un asesino. Ese demoniaca voz lo convenció de que, quien no sale en la tele (sin importar el cómo), nomás no existe. El 16 de abril el Tachidito, finalmente, le hizo caso e inició su camino a la fama.
Mucho se ha escrito a posteriori acerca de la personalidad de Cho Seung Hui; en Wikipendia apareció al otro día de la masacre una página con su vida, obra y milagros; sesudos sicólogos de café han hecho perfiles postmortem del taka: lo tachan de psicótico, de antisocial. Incluso han salido artículos en diversos diarios que explican los síntomas de una personalidad asesina: soledad, retraimiento, intentos de incursionar el la vida privada de otras personas; referencias frecuentes al suicidio; el dibujar escenas de violencia.
Y sí, el sudcoreano estaba loco.
Pero también, estos brillantes alienistas no se han detenido a pensar en el medio ambiente que creo a Cho Seung, en la facilidad que tuvo para armarse, en la sociedad que alienta esas mismas conductas (el exterminio del enemigo, de los competidores, sólo que con métodos menos plomizos). Si, era un sicótico, pero también era el producto de una sociedad que fomenta a los sicóticos. Si Cho Seung, en lugar de haber masacrado a sus compañeros, hubiera puesto un negocio y eliminado a sus competidores, no sería el villano de la semana, sino el ejemplo a seguir; si hubiera sido el dueño de una trasnacional que masacra a los mercados emergentes no hubiera sido un monstruo, sino la encarnación del sueño americano.


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Dostoievski una vez escribio, de manera muy acertada "El grado de civilización de un país se puede medir con una visita a sus prisiones más oscuras y a sus asesinos más infames".
Entonces, los gabachos esteits of américa son tan civilizados como lo era Cho Seung Hui.
Omar Delgado
2007

2 comentarios:

B West dijo...

Dostoievski sabía lo que decía, la cita no puede ser más explicita.

El mundo está podrido, poco a poco nos acercamos al gran caos. Mujeres como yo empezamos a asquearnos de la posibilidad de generar más vidas condenadas a vivir pisando todo el estiércol que las grandes naciones nos arrojan con su modernismo. En el peor de los casos nos están contaminando a nosotros los del presente a vivir en un mundo lejos de la esperanza, cuan triste es ver como se sitúa el amor y la paz en esta distopía.

Hoy vengo fatalista, disculpa mis palabras acidas, la nausea de ese rojo me deja lacrada la entraña.

Anónimo dijo...

Carnal, ya ando por estos lares de nuevo. Échele un oclayo a lo nuevo. Un abrazo.

Carnaaal: la cagué en el Cazapalabras!!!!!