"Es la película más perturbadora que he visto", dijo textualmente mi apreciado amigo Sandro Cohen cuando vió esta película...
"Me dieron ganas de salirme", comentó horrorizado el Chicken Little, otro gran camarada, en referencia a Hard Candy.
Playing whit children. La pederastía.
El trato sexual con menores de edad es uno de los tabues de nuestra sociedad posmoderna. Sin embargo, hay que subrayar que es relativamente nuevo. Hasta principios del siglo XX la edad promedio de las personas era de aproximadamente cincuenta años, y verdaderamente exepcional era quien llegaba más allá. El concepto de la adolescencia no existia: a los doce años ya se consideraba a un muchacho como un hombre hecho y derecho, y las chicas se casaban a los catorce o quince. No era raro ver que una mujer de treinta y dos años fuera abuela, ni que una púber se embarazara.
Todavía hay rastros en nuestra cultura de esta actitud, lo que se manifiesta en algunas frases hechas como "Si ya alcanza el timbre, ya es mujer", o "Con más de treinta y cinco kilos ya es cancha reglamentaria. Lo cierto es que, a pesar de que físicamente una mujer (o un hombre) de catorce años es físicamente apta (o apto) para tener relaciones sexuales, muchas veces emocionalmente no lo está.
Y esto es más válido aún cuando la persona (sea chico o chica), es menor aún.
Lydia Cacho, en su libro Los demonios del Edén, reflexiona acerca del perfil del pederasta. "... es un hombre, cómo cualquier otro, con frustraciones e ira acumulada. Su motivante es el poder. En esto radica todo: el pederasta no abusa de un menor por amor, sino para demostrar su superioridad".
Eso es en el fondo un abusador de niños: un ser lleno de miedo, un ser incapaz de amar.
Un dulce duro
A diferencia de Sandro y del Chicken, a mi, en lo personal, no me dieron ganas de huir de la sala de cine al ver Hard Candy (2005) , pero al aparecer los créditos finales me levanté de mi asiento y me dirigí al baño a revisar cierta parte de mi anatomía. Divertido, me dí cuenta de que todos los hombres con lo que compartí la película hicieron lo mismo. Freud estaba bien cagado, pero no era pendejo.
Lo irónico es que el filme en cuestión no es de una temática gore, no salen destripados, ni vuelan cabezas al agitar de algún hacha maniática. Tampoco tiene la escatología que hizo famosos a trabajos como Pink Flamingos o Saló, de Passolini. Hard Candy es una película sin sangre (Bueno, muy poca), si excesos de violencia física (Poca para el standard hollywoodense de 25 madrazos por cuadro o el oriental, de 24 galones de sangre por minuto).
Toda la violencia de la película se encuentra en su capacidad de volverse espejo.
La trama es tan sencilla que cualquier intento de reseñar el filme conlleva a revelar toda la historia, la cual se puede resumir en una línea: el cazador que se vuelve la presa. La película es previsible hasta en el cartél con el que se le promocionó. (Que está incluido en este post) y en el título en español que se le escogió en México: Niña mala. Lo genial de Hard Candy es la ejecución: tanto el ritmo de narración como las actuaciones mantienen al expectador en el filo no del asiento, sino de la puerta de la sala. Y es que la película en cuestión trata un tema que es tan condenado como sugerente en estos días: la pedofília.
En la historia, el treintón fotógrafo de modelos Jeff Kohlver (Patrick Wilson) conoce a través de Internet a Hayley Stark (Ellen Page), una mujer bella, ingeniosa y simpática que tiene un solo defecto: sus catorce años. Sin importarle tan nimio detalle, Jeff la lleva a su departamento de soltero, donde después de unas bebidas, Hayley es sometida a una sesión fotográfica. Todo le sale a la perfección al travieso Jeff hasta el momento en que se le nubla la vista. A partir de este momento a historia da un vuelco hacia un Jeff atado e inutil y una Hayley rabiosamente astuta y cruel, la cual descubrirá y castigará, uno a uno, los pecados del aspirante a seductor de infantes.
¿Por qué una película no muy original es capaz de ponerle los pelos de punta al público masculino? Ya otras películas han tratado un tema parecido, una de ellas fue Venganza Sexual (Alexandra´s project, 2003), en donde una ama de casa frustrada toma revancha de su baquetón marido de forma por demás sádica. En en caso de Hard Candy la violencia de la "venganza" (yo la llamaría más bien Justicia) es tanto física como emocional. Aquí, el pederasta torturado por Hayley se va pintando como un ser repugnante, digno merecedor de la furia de la jóven ménade.
Los hombres en general se aterran al verla debido a que entienden -entendemos-, demasiado bien las motivaciones de Jeff. Hayley es una muchacha encantadora, inteligente y con una sensualidad digna de la pluma de Nabokov. El fotógrafo, por otro lado, es un hombre exitoso, atractivo y que -en apariencia-, nada tiene que ver con el estereotipo del pederasta viejo, feo e ignorante al punto de la bestialidad. Jeff es el hombre que muchos de los espectadores han deseado ser alguna vez, y la pequeña ejecutora es la fantasía sexual de más de uno. Hayley incita al espectador tanto como lo hace con Jeff, y así, ambos comparten el castigo y la culpa.
La película se sostiene gracias a un sólido guión, lleno de vueltas de tuerca absolutamente verosímiles, y a unas actuaciones sobresalientes, especialmente una perturbadora Ellen Page que imparte una verdadera cátedra de actuación.
HARD CANDY Dirección: David Slade; Guión: Brian Nelson; Producción: Vulcan Productions, Launchpad Productions, IcePack Pictures, Paul Allen, David Higgins y Jody Patton; Fotografía: Jo Willems; Música: Harry Esscott y Molly Nyman; Edición: Art Jones; Elenco: Patrick Wilson (Jeff Kohlver), Ellen Page (Hayley Stark), Sandra Oh (Judy Tokuda), Jennifer Holmes (Janelle Rogers) y Gilbert John. EE.UU, 2005, 103 min.
Parea leer más: http://www.revistacinefagia.com/psicotronias051.htm
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