lunes, julio 31, 2006

Serpiente de fuego: Crónica de la marcha del 30 de julio


Xihucoatl. Nahuatl, significa, "Serpiente de fuego"
En los mitos de la creación de nuestros abuelos, Coatlicue está barriendo el templo cuando le cae una pequeña bola de plumas, la cual guarda en su seno. Debido a ello, queda preñada. Coyoxauqui, su hija, y sus cuatrocientos hermanos, las estrellas, se enfurecen y tratan de matarla. Es entonces cuando nace el hijo de la tierra, Huitzilopochtli, el sol, quien armado con la serpiente de fuego combate a la legión de la oscuridad y la vence.
Ayer, 30 de julio de 2006, la Xihucoatl apareció. Reptó majestuosa desde la fuente de petroleos hasta el zócalo, calmada, regia como sólo los dragones pueden serlo. La formaban más de dos millones de personas, casi todas de amarillo, quienes marcharon al centro de la ciudad de México, al Ombligo de la luna, a exigir una simple consigna: Voto por voto, casilla por casilla.
Y ahí se quedó la viborota, reposando a lo largo del paseo de la Reforma. Velan su descanso los ojos de las estatuas: la Diana, la dorada Independencia, el Bravo Cuahutemoc. La acompañan los constituyentes, y la celebra Colón desde su glorieta. También la acompañan los fantasmas de los revolucionarios que se tomaron su cafecito en el Sanborns en 1914, los huelguistas de Vallejo, los estudiantes del 68, los renegados del 88 y los amigos de los Zapatistas del 2001.
La serpiente de fuego nunca duerme, observa, espera.
Una marcha que se queda
Llegué a las cercanías del paseo de la reforma a las 10:00 A.M y pasé a una cafetería a tomar un café para disipar mi maldormir. Y ahí estaba, todo el restaurant, pintado de amarillo, todo con moños tricolores. Era -eramos, somos-, la gente que pedimos que se limpie la elección del 2 de julio de 2006, aquellos a quienes no nos convencen los argumentos fáciles, los PREP´s hechos a modo y el constante martilleo de las televisoras. Somos los que tenemos serias dudas acerca de la legitimidad de la elección. Somos niños, mujeres, hermosas jovencitas vestidas de sol, ancianos de frente alta y vestidos con sus mejores galas, profesionistas, bailarinas, reporteros, meseros, escritores, obreros, indígenas que con sus lenguas completan el mosaico auditivo, comerciantes, músicos y empresarios. Somos Mexicanos. El ambiente es de camaradería, todos rien, hablan apasionada pero respetuosamente, discuten en paz. Me parece extraño, pues no nos parecemos en nada al retrato que de nosotros han hecho las televisoras y los medios de comunicación, no somos los porros rabiosos, armados de petardos y sprays que señala la propaganda.
Antes de irme me encuentro a una linda amiga. Es reportera, y lleva entre sus manos a su bebé. Me sorprendo: la última vez que la vi no era mamá.
- ¿Que haciendo por aquí, morenita? -le pregunto.
-Venimos al mitin. Vamos a apoyar a Andrés Manuel -me contesta con su sonrisa flanqueada de hoyuelos.
Los veo alejarse, pensando en lo que de ellos dicen López Doriga, Alatorre, Espino, Fox, Calderón y demás democratas. ¿Son Noemi y su hijo un Peligro para México?
-No -me respondo-, por eso vengo a marchar.
Me incorporo a las 11:00 al contingente en la esquina de Insurgentes y Reforma. Ya está a reventar. Voy con Rebeca, mi amiga del alma. Desde que llegamos nos deshacemos el gaznate con consignas. "Voto por Voto. Felipe, no seas joto"; "Señora Hinojosa, ¿Porqué parió esa cosa?","Felipillo, Felipillo, ¿Dónde estás?,¿Dónde estás? ¡Chingas a tu madre!,¡Chingas a tu madre! ¡Donde estes, donde estés!" La gente que marcha va tranquila, festiva. Muchos han hecho títeres, muñecos de Fox y Ratita Sahagun, pancartas llenas de arcoiris. El ambiente es de solidaridad, de camaradería. Hay inconformidad, sí, pero también hay hermandad. Lo viejos, los huehues, van a la sombra, cómodos, sin que nadie intente quitarles su lugar. Ese es un acuerdo tácito, lo han ganado a fuerza de años.
Carrerolas, muchas carreolas. Niños apenas dando sus primeros pasos que marchan junto con sus padres. Estudiantes que llevan música con ellos, que la improvisan con botes, con botellas de agua purificada, con silbatos. Es un carnaval amarillo. No veo -por más que me esfuerzo- ningún acarreado. No hay tortas de frijol ni refrescos en bolsita, ni billetes de cincuenta pesos en ninguna de las manos de los marchantes. Sobre todo, no hay rostros de obligación, ni de resignación. Asumo que hemos llegado a la fase superior del acarreo: el auto acarreo.
Con trabajos Rebeca y yo llegamos al zócalo. Antes de ingresar, sobre 16 de septiembre, vemos una imágen imponente que avanza en un carrito, delante de nosotros. Es la Santa Muerte. La han traído de Tepito. La huesuda está tranquila, junto con los fieles que la portan. Viene a la asamblea, a pedir también el voto por voto. Junto a ella pasan, echando maromas, tres luchadores de cuyo nombre no puedo acordarme. Deben ser conocidos, pues la gente los saluda y los celebra.
En la plancha del zócalo, a las 13:00 horas, no cabe un alfiler. El sol cae a plomo, pero la gente no se desanima. Los sombreros, las sombrillas, los periódicos se vuelven parapeto para quienes hemos decidido esperar y manifestarnos. Habla Jesusa Rodriguez, gran actriz y ahora activa activista, quien propone un boicot -en tabasqueño, boicó-, a las empresas que apoyaron a Felipe Calderón, o quienes formaron parte de la guerra sucia hacia el Peje. Kimberly Clark, Banamex, Televisa, TV Azteca, Bimbo. Todas esas compañias se quedan de un momento a otro, sin dos millones de consumidores. La siguiente oradora es Guadalupe Loaeza, quien expone en pocas palabras los porqués. Luego, Regina Orozco y su voz de tormenta nos recetan unas coplas revolucionaras. El inmenso canto de la gordibuena puede, a capela, llenar la plaza mayor ante el asombro de los que ahí estabamos. Hablan después dos viejas sabias: Doña Rosario Ibarra, quien reivindica la vejez digna y la lucha, y Elena Poniatowska, quien involuntariamente se ha convertido en uno de los íconos de las movilizaciones. La Poni habla de corazones, de resistencias, de las generaciones que en este momento la acompañan: su hija y su nieta.
Llega Andrés Manuel López Obrador y la plaza se enciende. "No estás solo", es el grito de los miles que estan en el zócalo. El peje habla de las causas del movimiento, pide el recuento voto por voto, se compromete a aceptar el resultado de éste. Se dirige a quienes no votaron por él: les pide disculpas por las molestias que ha causado el movimiento, y les explica que es importante no ceder. Luego, hace un anuncio que hace que a la mitad del zócalo se nos cayeran los calzones: la asamblea se queda aquí. Andrés Manuel pregunta a los presentes si están dispuestos a quedarse en plantón, en todo lo largo de Reforma y Avenida Juárez, hasta que el Tribunal Federal Electoral tome su decisión. "¡Sí!", vuelven a decir miles, y se comienzan a organizar los campamentos.
Muchos nos quedamos mudos, incrédulos del giro que han tomado las movilizaciones. Los Amarillos han tomado Reforma, la columna vertebral financiera y política de México. En esta avenida está la Bolsa Mexicana de Valores, Muchos de los Bancos, Muchas de las transnacionales, La residencia presidencial, el Palacio Nacional.
La serpiente llega y se aposenta.
Mientras Marcelo Ebrard, jefe electo del gobierno del D.F comienza a organizar las neoaldeas, muchos de los presentes nos empezamos a dispersar discretamente por las calles aledañas a Veinte de noviembre. Me siento como el prángana invitado que, aparentando ir al sanitario, se va de un restaurant sin pagar la cuenta y deja a sus amigos colgados. Veo las caras a mi lado y me percato de que no soy el único que se siente así. Rebeca y yo nos vamos por Uruguay y salimos al eje central. Antes, pasamos a tomar un café, y el restaurant que escogimos está, una vez más, lleno de violentos. Los negocios aledaños al zócalo están abiertos, es más, están haciendo su agosto vendiendo aguas, dulces, chucherías y demás. ¿Dónde están los vándalos que, segun esto, ibamos a desmadrar él centro histórico? ¿No que los negocios, aterrados por las muchedumbres, cerraban a piedra y lodo? Caray... no vuelvo a escuchar Monitor.
En el eje central los sonideros han improvisado tocadas en apoyo al tabasqueño. Comienza el bailongo en medio de la calle, entre los ambulantes y los marchantes que van para su respectivo campamento. Y la Flaca otra vez, andando por el eje, camino a su santuario en el barrio bravo. Se ve contenta, sonríe como todas las calacas.
- Y a tí... ¿Dónde te toca? -me pregunta Rebeca.
- Entre Dumas y Periférico -le contesto.
- Ah -asiente aún sorprendida-. A mi me toca entre Bucareli y el Colón -luego me dirige una sonrisa de esas sarcásticas, tan suyas -Pero bueno, siempre quisiste vivr en Polanco ¿No?
Colofón(es).
1) Después de la marcha, el Candidato del Partido Accion Nacional, autoproclamado jefe de los pacíficos y aparente ganador de los comicios, Felipe Calderón, fue al Tribunal Federal Electoral. Ahí, exigió -¿suplicó?- a los jueces que lo ratificaran como ganador de los comicios. "Las elecciones no se ganan en las calles", expuso a los jueces. Es cierto. Las elecciones no se ganan en las calles; en las calles se ganan las libertades.
2) Según las cifras de la Secretaría de Seguridad Pública, (S.S.P) marchamos 2 300 000 de personas. Según la Policia Federal Preventiva (P.F.P), sólo fuimos 180 000. ¿Y luego se preguntan porqué desconfiamos de la elección? Si el gobierno federal no sabe contar personas... ¿Cómo esperan que creamos que en el IFE saben contar votos?
En fin... Cuando despertaron, la serpiente de fuego seguía ahí.
Fuente de las imágenes: www.jornada.unam.mx
Omar Delgado
2006

2 comentarios:

Una mujer Mexicana... dijo...

Que bonita y atinada cronica, nadmas que la verdad, felicidades !!

Batito Feo dijo...

Me parece formidable la crónica, pero no estoy de acuerdo con la postura, si bien deben de defender su derecho a re-contar los votos, esa no es la manera, la perdida económica es enorme, si contabilizamos la movilización hasta el DF, más los días que no se trabaja, y la paralisís del centralizado país, si esto dura mucho tiempo no se beneficia ni la democracia, ni el país ni el peje, ni nadie...

Nota:Soy agnóstico en la fe y en la política