domingo, mayo 11, 2008

De madrecitas

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Medea aplicando un aborto extrauterino

En México todos somos hijitos de mami. La figura materna, en nuestro país -y en muchos otros-, tiene un peso importantísimo en la formación emocional y en el imaginario colectivo de los individuos. Es la cabecita blanca el epicentro anímico de todos nuestros afectos. A través de ella la persona conformará sus patrones de relación con las parejas con las que se tope en su vida. En el caso de los hombres, la mujer ideal (en caso de que sea heterosexual), tendrá un gran parecido con su madre, y sólo conforme se vaya alcanzando una cierta madurez, esta imagen se alejará del bosquejo materno. Las mujeres, por otro lado, tomarán de su padre muchas de las características que desean en una pareja, y se vincularán con él -o con ella-, de acuerdo a los patrones adquiridos por la progenitora.

La madrecita. Es, finalmente, la arquitecta del corpus emocional de sus hijos. El padre, por el contrario, no deja de ser simbólicamente, en el mejor de los casos, un proveedor ausente, y en el peor, una figura coercitiva y brutal que encuentra su máxima encarnación en el Cronos helénico o, más recientemente, en Pedro Páramo, el inolvidable personaje de Juan Rulfo.

La madre, en contraste, engloba todo el universo anímico del niño -y, muchas veces, del adulto-. En las culturas mediterráneas -de las que somos, en parte descendientes-, la figura materna y su influencia se extienden, en muchos casos, más allá de la adultez. La madre sigue ahí, para bien y para mal, y es, muchas veces, la medida con la que conocemos y aprendemos el mundo. Es la relación que entablamos con ella con nosotros la que nos volverá, de adultos, individuos agresivos, inadaptados, socialmente aceptados, agradables, misóginos, agachones, amargados, valientes, corajudos o depresivos.

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Coatlicue

No en balde en las religiones de las culturas más edipas la diosa madre tiene un papel protagónico en la conformación del mundo. Para los mexicas, Coatlicue es quien concibe al feroz Huitzilopochtli. Además de ser la madre del Hércules indiano (Bernardino de Sahagun dixit), la Coatli era la representación de las potencias de la tierra. Gracias a ella se daban los cultivos y se tenía el maíz; pero también, cuando se enojaba, era capaz de enviar pestes y terremotos para disciplinar a su extendida prole. Estas cualidades tan duales -la de madre proveedora y madre cruel-, estaban presentes también en otras diosas de similares características tales como la Gea Helénica y la Yemayá de la mitología Yoruba -aunque, en este caso, no era diosa de la tierra, sino de los mares-.

A partir del siglo XVI, Cuando llegan los españoles y catequizan a los vencidos, la figura de Coatlicue es suplantada en parte por la de la Virgen María -y más en específico, por la Virgen de Guadalupe-. Los evangelizadores, muy hábilmente, al hacer la suplantación, despojan a la Lupita de todas las características negativas de Coatlicue, dejándole únicamente las piadosas y compasivas. Esa idealización de lo materno ha caracterizado a la formación anímica de los mexicanos.
Además, ambas figuras -la Coatlicue y la Virgencita-, comparten una característica: la maternidad virginal. María fue madre sin haber sido penetrada por hombre, y Coatlicue concibió a su feroz hijo al encontrar una madeja de plumas y guardarla en el seno. Es quizá por eso que a todos los edipitos que andan en el mundo les resulta tan difícil concebir a la madre propia como una persona sexualmente activa que en algún momento tuvo que dar su brazo a torcer para concebir a su engendro. Es dificil imaginar a la propia madre gimiendo de placer bajo algún amante o, peor aún, gozando de alguna práctica sexual tal como el sexo oral o el bondage. No por cualquier cosa, en ciertas regiones del país mandar a chingar (es decir, violar, coger) a su madre a alguien puede ser causal de defunción.


Es por eso que, para la mayor parte de la humanidad, la madre, simbólicamente, es la suma de todas las bondades. Se tiende a descartar -por lo menos en el imaginario-, que la cabecita blanca pueda ser una cabroncita hecha y derecha, una titiritera de su progenie, o incluso una asesina de su misma sangre. Este papel queda reservado para figuras marginales, verdaderos monumentos a la maldad tales como Medea o la Llorona. Para las culturas machistas, el hecho de que una madre actúe en contra de sus hijos se encuentra más allá de toda racionalidad.

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Sara García. Actriz mexicana

Hay otras madres que, sin llegar al extremo de la mater terribilis, si le hacen la vida imposible a sus hijos por medio de la manipulación y el chantaje. Ahí está para decírnoslo la tierna Sara García, epítome de la madrecita abnegada del cine nacional, cuya conducta autoritaria y voluble fue devastadora para la vida de su única hija. También podemos mencionar a una jefecita que por sus méritos quedó inscrita en los anales de la historia criminal del mundo: la adorable Ma Barker.

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Kate Barker

Kate Barker nació un 8 de octubre de 1873 en Ash Grove, Misouri, un pueblo rabón del medio oeste de los Estados Unidos. Fue hija de cristianos ultraconservadores, de esos de Biblia y azadón, que la intentaron criar en los valores del trabajo duro y del temor de Dios. En 1884 se casa con George Barker, un borrachín con el que engendró a cuatro criaturas: Herman Lloyd, Arthur, Fred, todos mocetones grandotes y colorados. El etílico George le dio las gracias y se fue a seguir el frasco una vez que nació el último de sus hijos, por lo que Kate quedó sola con su prole. La ya entonces Ma Barker tuvo que criar sola a sus hijos, los cuales, gracias a que Kate era consentidora y flexible, se convirtieron en unos saludables delincuentes juveniles. Muchas veces, la señora Barker tuvo que ir a la comisaría a armar mitote para sacar a alguno de sus retoños de un problema judicial, y armaba tales escándalos que los policías preferían dejar libre al chamaco antes que enfrentarse con la furia de la mujer.

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Ma Barker y Alvin Krapis

Ya cuando crecieron, los niños Barker se asociaron con Alvin Krapis, un criminal de poca monta y muchas ideas con el que formaron la banda Barker-Krapis. Durante años se dedicaron a las honestas labores de secuestrar gente y asaltar bancos con tal éxito que lograron ser considerados enemigos del pueblo, a la altura de los míticos John Dillinger, Bonnie Parker y Clyde Barrow. Ma Barker colaboró en ciertas ocasiones con sus retoños, aunque todavía se discute si era la señora la que dirigía todas las operaciones o si sólo era cómplice pasiva de los planes de sus retoños.

Krapis mismo confesó alguna vez que Kate Barker no era el masterbrain de los Krapis-Barker, sino únicamente un elemento distractor que utilizaba la banda para obtener coartadas y eludir retenes. Según el hampón, el papel de Ma Barker se reducía a acompañar a sus hijos para desestimar sospechas ("¿Qué hay más inocente que una madre con sus hijos? Krapis dixit), además de servir de cuando en cuando de apoyo logístico para los golpes de la banda al ir a los bancos antes de los golpes para indicarles a sus retoños el número de guardias que había, las salidas de emergencia o la ubicación de la bóveda.

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La casa del lago Weir

La carrera criminal de los Krapis-Barker concluyó en una escaramuza ocurrida en Oclawaha, Florida. Fred, uno de los hijos de Ma Barker, había alquilado una cabañita en el lago Weir para eludir a las autoridades. El FBI, sabiendo su ubicación gracias a un soplo, sitió la casa y acribilló a todos los que estaban en ella. Ma Barker murió de tres tiros, dos en el pecho y uno en la cabeza, junto con dos de sus retoños. Se dice que Edgar Hoover, el que luego sería el hombre fuerte de la inteligencia en los Estados Unidos, inventó todo el mito de Ma Barker con la intención de justificar ante el público estadounidense el asesinato de una anciana de 57 años por parte de agentes federales.

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Ma Barker y su hijo Fred postmortem

Sea que haya sido la mente detrás de los crímenes de sus hijos o la abnegada cómplice, Kate Barker fue una madrecita ejemplar en eso de formar ciudadanos honestos y probos. Finalmente es muestra de que, en muchos casos, es la figura materna la que induce -aunque de ninguna manera, obliga-, el destino de sus cachorros. Todos, Desde los santos hasta los genocidas, desde los asesinos seriales hasta los misioneros, alguna vez colgamos del seno de una mujer que, de alguna manera o de otra, ayudaría a definir lo que somos.

Por eso... Feliz día de las madres, Ma Barker.

Omar Delgado
2008

3 comentarios:

Juan de Lobos dijo...

MI estimado Hermano Lobo. Primera y no última vez en su espacio. Afortunadamente Madre sólo hay una.
Saludos edípicos y salameros para usted.

LUDA dijo...

http://luda76.blogspot.com/2008/06/premio-al-esfuerzo-personal.html

Anónimo dijo...

Sr Omar Delgado
Sr LObo
Me he paraceido intersantísimo los fos artículos que he leído, y le propongo me visite. Incluso tengo un poema donde meciona a Tlaloc y Cuartlicue y su falda de srepienbtes.
Por favor le invito avisitarme. Podré poner un link a su blog
Un saludo desde Cuba
Reinaldo