jueves, noviembre 01, 2007

Ensayo de un crímen

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Cartél de la versión cinematográfica de la novela, dirigida por Luis Buñuel


El hombre se llama Roberto de la Cruz y es todo un caballero. Nadie sabe de donde proviene su fortuna, pero vive bien a pesar de su ociosidad. Es un tipo maduro, de buena constitución, y dueño de unos inquietantes ojos de tono ambarino que son un enigma para las damas por las que se interesa. Roberto tiene una inusual suerte en el poker, y algunos buenos amigos entre los miembros de la huevona burguesia de los años cuarenta. Es alguien casi normal, aunque los acordes del vals El príncipe rojo le hagan evocar recuerdos terribles y le provoquen el instinto depredador.

El señor de la Cruz sólo tiene una ambición: ser recordado como un gran criminal.

Rodolfo Usigli (Ciudad de México, 1905-1979), es más recordado por su trabajo como dramaturgo, quizá el más importante de la época posterior a la revolución mexicana. Algunas de sus obras, tales como el gesticulador (1938), aún se consideran paradígmas en las escuelas de artes escénicas y para cualquiera que tenga el deseo de montar una obra dramática. Es por eso que cuando publica su novela Ensayo de un crímen (1944), la crítica la trató como un capricho de un competente dramaturgo al que de repente se le ocurrió escribir una historia de género negro. Sin embargo, al correr de los tiempos, el relato de Usigli ha sido revalorado, y hoy día muchos la consideran su mejor creación (por encima, incluso, de sus obras de teatro).
Usigli utiliza toda su experiencia como dramatugo al escribir el Ensayo..., armando una historia perfectamente montada, que tiene como escenario una ciudad de México que aún oscila entre la ciudad de provincias y la metrópoli de nivel mundial. De igual manera, la sociedad que plasma el autor, entre la cual se mueve Roberto de la Cruz, presenta esta condición híbrida. El novelista nos retrata una comunidad chilanga en la que conviven el extranjero con título de nobleza, el político postrevolucionario, la aristócrata en decadencia, el policía secreto, la damita de compañia (abuela de las escorts), las espigadas princesas de polanco y los tarzanes que bailaban mambo.



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Paradójicamente, la novela no se ciñe a las convenciones del género negro, cuyo máximo paradigma es El halcón Maltés de Dashell Hammet. Más bien, es el estudio de un personaje con profundas contradicciones y con un deseo intenso de trascender. El autor, habilmente, toma los estereotipos de este tipo de novela (la femme fatale, el investigador desaliñado, el torvo y gorilesco delincuente), y los recombina en una historia que orbita alrededor de un protagónico tan oscuro como sugerente. Roberto de la Cruz es un caballero nilhista y amante de los placeres de la vida, sin otra meta que ser recordado como un asesino memorable. Hay mucho de esteta en el señor De la Cruz. Quiere cometer un bello homicidio a la manera del exhaltado por Thomas de Quincy. Primero, trata de matar a Patricia Terrazas, insportable dama de sociedad que se derrite por él. Luego, al afeminado y paranóico conde extranjero. Cuando finalmente comete su ansiado homicidio de manera prácticamente accidental, tiene que luchar para que lo consideren el culpable, e incluso, lo ve reducido a un vulgar crimen pasional que perdona incluso la madre de la víctima.
Roberto de la Cruz puede ser considerado el predecesor del antihéroe criminal actualmente tan de moda. No es un asesino serial a la manera de Hannibal Lecter (aunque más de un lector encontrará vasos comunicantes entre ambos personajes), sólo es un hombre sensible a la belleza, incluso a la que irradía de un cuerpo acuchillado.
Indispensable leerla, así como ver la versión cinematográfica dirigida por Luis Buñuel.
Omar Delgado
2007

2 comentarios:

Anónimo dijo...

la falla de acentos no es de blogger, para nada. no ves todos los blogs en blogger que hay en español y tienen acentos ;)

Mariana Orantes dijo...

hey, recientemente leí este libro y si, es muy bueno. Saludos.