lunes, agosto 06, 2007

Los cómplices

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Jorge Hank Rohn


Recuerdo la escena inicial de Los Intocables, película de Brian de Palma: Al Capone (Robert de Niro), es entrevistado por un grupo de periodistas mientras su barbero le rasura el rostro. El mafioso bromea con la posibilidad de postularse para alcalde de Chicago cuando el anciano peluquero le corta la mejilla accidentalmente. Luego de segundos de tensión, el mafioso lo deja vivir, mostrando toda su magnificencia y encanto.
Quien lo dijera... en el 2007, un discípulo adelantado de Alphonse casi gana la gubernatura de Baja California.
En México consideramos a la honestidad un defecto. En general, la tratamos como si fuera la versión más presentable y acicalada de la idiotez. Es verdad, en público la halagamos, le prendemos veladoras y la clamamos cuando nos escandaliza el nivel de corrupción de nuestros gobiernos, pero eso es sólo de dientes para afuera, y si no, que me lo repliquen todos aquellos que han dado mordida, los que se han llevado un lapiz de la oficina o los que han predispuesto a algún maestro para que los califique mejor en un exámen.
En realidad, sólo nos acordamos de la señora honestidad cuando una injusticia nos afecta directamente. Mientras no sea así, halagamos al tipo que se hace pendejo a alguien, al que hace alguna tranza que le deja dividendos o al comerciante que elude sus responsabilidades fiscales por medio de alquimia contable. Más bien, los mexicanos despreciamos al poquitero, a aquel que se conforma con robar una gallina o una cartera, y admiramos al que desfalca millones del erario o al que despeluca incautos con negocios virtuales. Verguenza no es robar, sino que te agarren. Si no fueramos así, los narcos no serían los héroes populares que son ni los delincuentes de cuello blanco se pasearían con desparpajo a bordo de sus BMW´s.
Ejemplo claro de esto son las elecciones que se acaban de llevar a cabo en el país: muchos mexicanos despreciaron al candidato de izquierda, Andres Manuel López Obrador, por naco, aunque su honestidad como gobernante estaba fuera de toda duda. Estos mismos electores que chillaron ante la posibilidad de que el tabasqueño fuera presidente, sufragaron alegremente por Felipe Calderón, uno de los artífices del mayor fraude financiero de la historia mexicana.
Sin embargo, esta simpatía por el criminal de la que padecemos es mucho más evidente por la elevada votación que tuvo el candidato del PRI al gobierno de Baja California, Jorge Hank Rohn, el 6 de agosto de 2007. En este momento, aparentemente, el panista Osuna venció al mencionado Hank. Lo aberrante es que Jorgito haya, tan siquiera, logrado ser candidato para un puesto de elección popular.
Les doy una semblanza rapidísima de tan conspicuo personaje: es hijo de Carlos Hank González, millonario político que acuño la frase "Un político pobre es un pobre político". Jorgito es dueño, entre otros changarritos, de las casas de apuestas Caliente y del hipódromo de Tijuana. Ha sido vinculado con el narcotráfico, en especial, con el cartel de los Arellano Felix, grupo criminal que se caracteriza por lo sanguinario de sus acciones.
Por supuesto, Hankito no podía ser menos que sus partners. Se tienen sólidas pruebas de que es el autor intelectual de por lo menos media docena de asesinatos, entre los que destaca el del periodísta Hector El Gato Felix, balaceado por el jefe de los escoltas del político. Hombre desparpajado y fatuo, Hank Rohn es coleccionista de animales. Su fortuna de doce ceros le permite sostener un zoológico privado para su placer personal (a la manera del mismísimo Moctezuma) y tomar tequila con pene de león y de tigre para, según él, aumentar su virilidad. "La mujer es mi animal favorito", acostumbra decir.


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Y el tigre piensa: "No mames... Ahí viene el del tequila"

En el 2004 Jorge Hank Rohn gana la alcaldía de Tijuana dilapidando recursos entre las masas paupérrimas de la ciudad. Su acción más emblemática fue el construir una mansión que pensaba ocupar cuando fuera gobernador, pues consideraba que la actual casa de gobierno no estaba a la altura de su clase y distinción. De igual manera, abriendo su cartera de piel exótica, pudo hacer que el tribunal estatal electoral aprobara su candidatura. (Imposibilitada por una ley local que impide a los funcionarios en activo el ser candidatos a puestos de elección popular). El ahora derrotado aspirante a gobernador saltó a la fama cuando en 1995 se le detuvo por traficar con pieles de animales en peligro de extinción. Sin embargo, para que se viera su compromiso por la ecología, durante su campaña por la gubernatura exhibió muy orondo un chaleco de piel de cocodrilo.
El hecho de que un esperpento como Jorge Hank haya estado a las puertas del palacio de gobierno bajacaliforniano sólo tiene dos explicaciones: la pésima actuación de las anteriores administraciones panistas, que han desgobernado el estado por tres sexenios, y la complicidad velada de los bajacalifornianos ante las acciones del coleccionista de animales. Hank es un capo, eso ni dudarlo, pero gozó de la simpatía de una gran parte de los habitantes de su estado. Sobra decir que los electores que votaron por él son, indirectamente, cómplices de sus tropelías.
Lo preocupante es que el elector mexicano no se cansa de dar su voto a esta runfla de criminales. De Sonora a Yucatán, además de los sombreros Tardán, siguen ganando elecciones los individuos más corruptos de la sociedad. Ulises Ruiz, Ivonne Ortega, Mario Marín, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, Jorge Hank Rohn, Ignacio Loyola, Sergo Estrada Cacigal... Todos ellos siguen en el poder gracias a la complaciencia de la sociedad. Los que votan por ellos son, en realidad, sus cómplices.
Y estan ahí por que, muy en secreto, el mexicano aspira a ser como ellos.
Omar Delgado
2007

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