domingo, abril 15, 2007

Minotauro

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O cómo hacer de un mito universal un pinche slasher de serie B
Recordemos un poco el la leyenda del Minotauro. Creta era gobernada en los tiempos antiguos por Minos, rey medio transa, quien le prometió a Poseidón (dios de los mares y, por lo mismo, protector de la isla), el más honroso de los sacrificios. Cómo era bien cábula, le pidió al numen alguna ofrenda para poder ofrendarle, argumentando que ningún animal en la tierra era digno de él. El dios, halagado, le mandó un toro blanco forjado por la espuma del mar. El bovino era hermoso, tanto que el rey de Creta decidió quedarse con él y sacrificar otro animal. Obviamente, Poseidón no era pendejo. Se dió cuenta del bisne y en venganza mandó al dios Eros a provocar una pasión malsana a la esposa de Minos por el toro sagrado.
La reina se enamora locamente del animal, tanto, que le pide a Dédalo,quien por aquel entonces andaba chambeando de outsourcing en la isla, le fabricara un aparato con el cual poder cohabitar con el toro. El inventor le construye una vaca artificial en cuyo interior la reina pudo gozar de los embates amorosos de su amante cornudo. (No, no es un mal oxímoron. Era un amante cornudo).
Meses después, producto de esos quereres, nace una criatura mitad toro y mitad hombre, feroz y, para acabarla de chingar, antropófago. Minos, temiendo que su hijastro se lo almorzara un día, exige a Dédalo que le construya algun medio de contener al monstruo. El ingenioso, entonces, idea el laberitno, una construcción de mil recintos en donde la criatura estuviera presa y no tuviera posibilidades de escapar.
Creta en aquel entonces era una potencia trasnacional que tenía subyugadas a varias ciudades-estado griegas. El rey Minos les exige a sus súbditos que cada cinco años le manden a diez jóvenes de los más hermosos y dignos para que sirvan de alimento a la bestia. Entre estas ciudades se encontraba Tebas, cuyo príncipe, Teseo, soño un día que vencía al minotauro vestido con traje de luces. El joven fue con su padre, Egeo, y le pidió la oportunidad de ir a Creta y terminar con la maldición.
Teseo era un joven valiente, pero medio pendejón. Egeo, en su calidad de padre aprensivo, le pidió al heroe que se llevara en su nave dos juegos de velas (de las del barco, no de las de cera). Las primeras, blancas, las levaría el barco a su regreso a Tebas en el caso de que el joven lograra vencer al mostro. Las segundas, oscuras como ala de cuervo, se pondrían en el barco en caso de que Teseo muriera en el intento.
Teseo se embarca y llega a Creta, en donde conoce a Ariadna, princesa de la isla, quien se enamora locamente del Tebano. Para evitar que el minotauro asesinara a su Juan Charrasqueado, la princesa le da una espada y un carrete de hilo: con la primera, Teseo le haría la depilación permanente al monstruo; con el segundo, se guiaría a través del laberinto.
El muchacho chicho de la película gacha logra echarse a la bestia, y gracias a la inteligencia de su amante, logra salir de la prisión. Todos contentos, zarpan con rumbo a Tebas. De camino, desembarcan en Chipre para comprar cigarros y Ariadna se queda dormida en la isla. Teseo, desmemoriado como era, zarpa sin su chancluda y esta se queda triste y desamaparada, aunque no por mucho tiempo: pasó Dionisos por ahí y la desposó, haciendola semidiosa. Tan mal no le fue a la criatura.
Al babas de Teseo se le olvida el numerito de las velas, así que le manda poner las negras a su barco. Al llegar a Tebas, Egeo ve la barca enlutada desde su palacio y, desesperado por creer que su hijo ha muerto, se arroja al mar que lleva su nombre. El príncipe, quien esperaba ser recibido en su tierra como héroe, se encuentra con la noticia de la muerte de su padre y con que él era el nuevo rey... (Pos pensandolo mejor, a lo mejor tan pendejo no era).

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En fin, que este hermoso mito helénico, tan simbólico que el mismo Pablo Picasso se sentía rencarnación del minotauro, fue atrozmente destrozado por un aprendiz de cineasta en el adefesio llamado Minotauro (Jonhnatan English, 2007). La película comienza con un prólogo explicativo del mito, bien logrado (La secuencia de la reina Cretense es sublime), pero después, se despeña. En primer lugar, el héroe no es Teseo, sino un pazguato llamado Theo, príncipe de una aldea nórdica (¿Nórdica? Sí. Aunque ningún pueblo griego tuvo contacto con los pueblos australes), el cual decide ir a matar al minotauro nomás por que una bruja le dijo que su amada, quien cinco años antes había sido dada como ofrenda al monstruo, seguía viva en el laberinto.
Sin embago, Theo no va solo, lo acompañan otros seis babosos que encarnan perfectamente los estereotipos de cualquier bodycount movie de medio pelo: la rubia mensa, la mitotera, el bravucón, el amigo fiel, la chica inocente (la cual, but of course, sobrevive), y el muchacho chicho. Luego se ser presentados a rey de Creta (El cual parece más un padrote del bronx que un rey), y la princesa (Cachondísima mulata que bien se puede imaginar en el tubo de algún Tits bar), los jovenes son introducidos en el laberinto, en donde el monstruo los va despachando uno a uno hasta que, más por chiripa que por valentía, el idiota del Theo mata.
Es lastimosa la manera en que se concibió al Minotauro, como un psyco a la manera de Jason Voorhees o Michale Myers; de pena los whitetrash que le tocó matar; de risa loca el "héroe" que busca a su novia muerta -y que de paso deja morir a sus camaradas-; vulgar la manera en que se retrata a Creta, una de las primeras culturas de occidente, como un antro lleno de huilas y malandros.
Pero esó sí, una vez que es muerto el minotauro y que el Rey- pimp es asesinado, la princesa se planta frente a todos sus súbditos -los cuales usan máscaras de toro-, y les ordena se las quiten: "Remuevanse las máscaras. Remuevanse la verguenza".
La verguenza, en realidad, fue por haber aparecido en ese bodrio.
Ni se le ocurra ir a verla.
Omar Delgado
2007

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