jueves, agosto 10, 2006

Una noche de plantón. Memoria visual.

(Esta crónica escrita fue hecha el 20 de septiembre de 2006, días después de que el ya histórico plantón de Reforma se levantara y se llevara a cabo la Convención Nacional Democrática)
Recorro el plantón por todos tan criticado un viernes, más allá de las once de la noche. El aire de la ciudad está plagado de rumores, de murmullos. Se hábla de represión, de sangre y de apando. Busco en las calles algún rastro de los uniformes grises de la Federal Preventiva; me fijo en los transeúntes, especialmente, en el corte de su pelo. el aire huele a miedo.

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Nadie duerme ésta noche
La protesta lleva más de una semana. Muchas voces critican el atrevimiento de Andrés Manuel y sus seguidores. Muchos se indignan por lo que consideran una afrenta: La toma la avenida más emblemática de la ciudad. Todos los días, locutores histéricos y de boca espumeante hablan de los daños económicos, del agravio a los capitalinos, de los miles que quedaban en el desempleo y de los miles de millones que perdían los (Pobrecitos, pobrecitos) hoteleros de reforma por el bloqueo.
Ojalá esos paladines del periodísmo hubieran denunciado con la misma furia los miles de casos de abuso a indígenas, a migrantes, los asesinatos de mujeres en -no sólo-, Ciudad Juárez, el empobrecimiento sistemático del mexicano, la desigualdad insultante, los casos de pederastría, la pestilente corrupción que cada vez ahoga más al país. Tal vez, si estos Brave Journalist lo hubieran hecho, no habría tantos agravios pendientes, no habría tanta gente sobre el asfalto de Reforma.

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El héroe del 2000
En este momento, cuando todos se fijan en las consecuencias del bloqueo, ya nadie habla de las razones que llevaron a miles de personas a tomar la ciudad: El fraude electoral, la imposición mediática de un presidente, una elección injusta, y sobre todo, un modelo económico que crea cada día más pobres y que se adereza con una corrupción indescriptible. Ahora que el presidente y el gobierno, la iglesia, los jueces, la casta divina mexicana abiertamente defienden la corrupción, el desfalco al erario, el despojo a la nación, el empobrecimiento de las mayorías, el encubrimiento de redes de pederastas, narcotraficantes, corruptos y cínicos en los puestos de poder e influencia. ¿Todavía no entienden el porqué?

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Danzón dedicado a ... la democracia
Abordo la aldea urbana en el cruce de Niza y Reforma. La gente, siendo viernes, se desvela y se divierte jugando cartas, fut bol, platicando o leyendo. En sus manos se ueden ver refrescos, tazas de café y de té, pero ninguna cerveza, ninguna botella. Nadie quiere estar borracho esta noche.
Un transeunte como yo camina con calma entre ellos. La gente del plantón me ve, observa atentamente el cómo los fotografío, pero no recela. Ninguno de ellos se acera a querer impedirlo. La gente del plantón son hombres y mujeres qué, aunque no todos militan en el PRD, todos militan en el partido de la pobreza..

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Renegados con calidad de exportación

Muchos de ellos son gente de barrio, y es fácil imaginar la casa a la que renuncian esas noches por estar en el plantón: casas de tabique, sin acabados, con el firme expuesto y con muñones de cemento erizados de varillas. Seguro que más de uno tiene, colgado de esas varillas, algún letrero con el rostro de López Obrador.
Sus casas pueden bien ser metáfora del país que ven -vemos-: un país inacabado, a medio construir, al que la clase gobernante no para de quitar ladrillos, no para de socabar los cimientos. Todos sabemos qué con estos conspicuos dirigentes habrá un momento en que el país ya no aguante, se nos venga encima.
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Una delegación de luces
La gente del plantón -la misma que fue a la Convención Nacional-, es generosa. Cuando uno camina por entre las carpas y encuentra a alguien comiendo, él o ella rápidamente ofrecen un taco, un café, un vaso con agua o hasta un asiento para descansar las piernas. Es gente que no sonríe mucho, pero que mucho.

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Del color de la tierra en el asfalto

Hay mucha gente de la mediana edad, muchos ancianos, y relativamente pocos jóvenes. -Tengo el terrible presentimiento qué actualmente ser cool es ser blue-, Los que estuvieron presentes son estudiantes en su mayoría, indudablemente de las universidades públicas: Politécnico, UNAM, UAM. Mucha gente está aquí por convicción propia, pero, también hay que decirlo, mucha está presente por obligación. Empleados de delegaciones, de dependencias del DDF, tienen que venir a hacer guardias como parte de su trabajo.

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El cinito del tío Peje
Es evidente que las personas del plantón son de la gente de la que temen los que gobiernan, son aquellos que purotagonizan las más negras pesadillas de los clasemedieros chilangos: morenos, guarros, panzones, nacos, viejos, macuiles, metatonas, pacharitos. Casi ninguno hubiera pasado un casting para Televisa (A no ser en la nota roja).

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Trovadores y guerreros

Sin embargo, en los ojos de la gente, brilla algo que no es fácil hallar: un orgullo, una dignidad recién encontrada que cohabita junto a una velada furia. Es gente despojada. Sin embargo, en el plantón hallaron muchos de ellos la razón de la resistencia y el ánimo para seguir de renegados. La esperanza no se les perdió, sólo se les fue a acampar a la glorieta de Colón. Me cuesta trabajo verlos a los ojos. Me hacen sentir cobarde. Ellos están aquí, arriesgando su integridad, su salud, su libertad, incluso su vida por un sueño. El sueño de un México más justo, más parejo.


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Barriendo la elección

El día del fallo de Tribunal Federal Electoral (5 de septiembre de 2006), muchos lloraron. Rostros duros, de gente que había resistido lluvia, granizo y mentadas de madre al por mayor, se llenaron de lágrimas por la impotencia. A pesar de que el fallo -que ratificó a Calderón como presidente legítimo de la legitmidá-, ya era cosa esperada, muchos guardaban la esperanza de que los jueces tuvieran algo de dignidad. No fue así. Pareciera que esa rara cualidad (la de los dignos, la de no venderse), la habían monopilizado en el plantón.

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Los muertos en protesta
En los días previos al 16 de septiembre, el plantón se fue retirando. Las carpas se desensamblaron, las tiendas de campaña se guardaron, los autmóviles se fueron. La gente fue yandose para sus casas con un sabor agridulce en el pecho. Lo agrio de ver los sainetes y el cinísmo inverosímil de quienes gobiernan al país, pero también la dulzura áspera de la resistencia, la certeza de estar en el lado de lo justo. Todo ello se guardó en la gente y salió a relucir el día 16 de septiembre, cuando en un acto de gallardía, más de 500 000 mexicanos desconocieron a un presidente impuesto y apostaron al proyecto de un país más justo.


Omar Delgado.
2006.

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