sábado, octubre 29, 2005

La leyenda del zorro, o cómo enmascarar la verdad histórica

De cómo hacer una leyenda una chapuza.
Ayer vi la película de "La leyenda del zorro"
Lo confieso, soy un superfreak de los supehéroes, de los vengadores enmascarados: lo mismo Batman que Zorro; lo mismo Santo que Wolverine. Casi todas las películas que tratan este tema me dejan, cuando salgo del cine, como mínimo con una sonrisa que me dura varios días.
Con La leyenda del zorro (2005) no ocurrió así, pues siento que ví una película chapucera. Para comenzar, es mentirosa la manera en que trata la anexión de California a los Estados Unidos. En el universo fictício de la película, este proceso se retrata como una elección democrática de los habitantes de la antigua alta California, cuando es bien sabido que, historicamente, fue un despojo de los más viles. En 1848 México tuvo que ceder a los Estados Unidos casi la mitad de su territorio original, el cual incluía a Nuevo México, Arizona y California -cuestión que en la película, por supuesto, brilla por su ausencia.
El segundo punto en contra en la película es que, durante toda la historia, los personajes hacen alusión a la su proceso de anexión a la federación norteamericana como "La solución a todos los males", cuando está documentado qué, históricamente, el proceso de asimilación de la población californiana a los Estados Unidos fue largo y doloroso: discriminación, despojos rapiña y abusos fueron la constante para ese grupo humano que, de un día para otro, cambió de nacionalidad por la razón de las armas imperiales. Todavía en los años cuarentas del siglo pasado a los Californianos- Mexicanos no se les consideraba ciudadanos estadounidenses plenos. Tuvieron que venir la valoración del movimiento chicano y las grandes movilizaciones por los derechos civiles para que los México- Estadounidenses accedieran a más y mejores oportunidades dentro de la sociedad norteamericana... y todavía andamos en esas ¿Verdad, Arnold?
En tercer lugar, es evidente que al heróico guionista le dió miedo crear un antagonista creible y real. En lugar de ponerse a estudiar todos los procesos históricos de aquel tiempo para crear un conflicto verosímil -aunque polémico-, el pésimo escribidor se sacó de la manga a una organización secreta: la Orbis Unum. Este grupo de poder, en la mejor tradición de los Iluminatti o las logias Masónicas, es quién en verdad detenta el poder en las monarquías europeas, y por lo mismo, no desea que los Estados Unidos se conformen en un país unificado que pueda disputarle su poder. En la película, la alusión a esa "gran nación" que está a punto de crearse es, cuando menos, asquerosa. Incluso hay un personaje, uno de los malos, but of course, que acobardado dice: "Siento que si nos metemos con los Estados Unidos acabaremos despertando a un gigante dormido", !!Ni para sus putos lugares comunes son originales, caramba¡¡
De cómo el Zorro puede volverse mapache y acarrear votos.
Es evidente que los productores quisieron hacer una película "Políticamente correcta". La película es un intento bastante tosco de crear simpatía entre los México- Americanos. Muchos de los personajes secundarios son hispanos, y ninguno de los antagonístas lo és. Se retrata a los Mexicanos como gente trabajadora -lo cual ya es ganancia-, como en el caso de Cortéz y su esposa, o bien como personajes benéficos -o de apoyo a los protagonistas-, como con el padre Felipe.
Hay una linea en particular que retrata ese intento de ganar aprecio entre los México- Americanos: Cuando el Zorro habla con su hijo Joaquin: "Vámos a hablar en español, que es la lengua de nuestros ancestros...".
Estos detalles los veo más como intentos de parte de los guionistas y del director de lavarse la carita, a sabiendas de la sarta de mentiras e inexactitudes que contiene la película. De todos modos, se agradece que, por una vez, los Mexicanos no hayamos sido retratados como huevones y mafiosos.
De cómo demostrar que Zorro era el abuelito de Bruce Wayne.
La historia, si la vemos desapasionadamente y la situamos en un "universo narrativo" sin implicaciones histórico- políticas, no es tan mala. En ella se entretejen varos conflictos: La renuencia de Alejandro de la Vega de dejar de ser Zorro; el conflicto que esto causa a Elena, su esposa; el rechazo que tiene el hijo de ambos, Joaquin, hacia su padre, en contraposición a la admiración que le causa Zorro, entre otros. Los personajes principales están bien elaborados y tienen conflictos verosímiles. En cambio, los antagonistas caen en el cliché sin condiciones: el racista bandolero Jacob McGivens, con aires de predicador y el conspirador aristócrata Armand, son personajes unidimensionales.
Mención aparte merecen los agentes de la agencia Pinkerton (el proto F.B.I del siglo XIX), quienes extorsionan a Elena de la Vega para usarla para sus propios fines. Ambos son personajes frios y sin escrúpulos. Esto lo pone en evidencia un diálogo: "La muerte de la señora Elena es una pérdida... aceptable", dice uno de ellos, tranquilo, sin siquiera dejar de afeitarse.
Dentro de la historia hay un intento muy evidente de "modernizar" a Zorro. Ahora el heroe hace acrobacias, utiliza su látigo para columpiarse entre estructuras o edificios, tiene movimientos dignos de un artemarcialista experto. En algunas escenas, bien podría superponerse alguna toma de las películas de Batman sin que esto se notara. Elena de la Vega se convierte en toda una Mata- Hari que descubre una conspiración de alcances mundiales. El pequeño Joaquin es el digno aunque pesado heredero de Zorro, justiciero e intrépido, casi salido de las academias de Karate del señor Miyagi, encarnado por el joven actor Adrian Alonso (El insufrible niño de los comerciales contra la piratería... aunque usted no lo crea) qué a la hora de los chingadazos, puede con más de un curtido bandolero.
Una cuestión más. La historia no es del todo malo, sólo que al guionista se le olvidó la máxima de cualquier narrador: "sin importar qué tan simpatico o entrañable sea un personaje, no se le debe tener piedad". Hay personajes qué, por muy apreciables que sean, tienen que morir o sufrir en una obra y perdonarles la vida es una falta de valor inaceptable.
(No diré más. Los que se atrevan a verla, sabrán de lo que hablo).
De cómo quitarle la máscara a la verdad.
La máscara del Zorro es una película disfrutable, siempre y cuando uno se desconecte de la verdad histórica. Se recomienda qué, después de verla, el espectador se vacune leyendo algún compendio histórico de la Intervención Norteamericana, o bien, la excelente novela de Enrique Serna "El seductor de la patria".
Omar Delgado
2005
La leyenda del zorro (The legend of Zorro, 2005). Dirigida por Martin Campbell. Escrita por Roberto Orci, Alex Kurtzman, Ted Elliot y Terry Rossio). Con: Antonio Banderas (Alejandro de la Vega/ Zorro); Catherine Zeta- Jones (Elena de la Vega); Adrian Alonso (Joaquin de la Vega); Rufos Sewel (Armand).

miércoles, octubre 26, 2005

Talla XXX. O el porqué los gordos deberían recibir su ropa a domicilio.



Nada hay más humillante para un gordo que comprar ropa.
Ser delgado-casi-radiografía es lo de hoy. Cualquier individuo o individua con algunas lonjas de más es considerado un esperpento. Por todos lados están los mensajes de la maravillosa delgadez contra la indeseable gordura. Ya hasta el gobierno foxiano, a través de sus espots, nos indica que la cintura ideal para estar sano debe medir "Menos de 94 centímetros en los hombres".!Puta madre¡ Creo que desde los quince años no tengo esas medidas.
Las tiendas, en un acto de crueldad inimaginable, exhiben las prendas más vistosas, más lindas, puestas en anoréxicos maniquies que las lucen con arrogancia plástica. Cualquiera que pasa por ahí los ve y se dice "Yo quisiera verme así". Los carteles de moda son otro instrumento de tortura: modelos y modelas esmirrados, diáfanos, luciendo sus mejores poses a la cámara... solo que la realidad es otra.
Todos tenemos vanidad, o si no, todos tenemos necesidad de vestirnos. Salir encuerados a la calle sería fabuloso, pero poco práctico -Por el frio, la lluvia y las autoridades panistas-, así que cualquier persona, por muy contracultural que sea, tiene, aunque sea una vez en su vida, la imperiosa necesidad de comprarse ropa.
¿Y que pasa cuando esa persona, además de contracultural, globalifóbica, antisistema y cínica tiene algunos kilos de más? Pues aquella necesidad se convierte en un martirio.
Llegué algún lluvioso dia a una tienda de ropa, de aquellas especializadas para la clase media pretenciosa-pero-jodida (Que no te cueste un ojo de la cara vestirte bien). Necesitaba algunas camisas, así que me dirigí a la sección de caballeros a buscar mi vieja talla. He de decir que a los miembros de mi familia somos peculiares: los años no pasan por nosotros, sino que se nos enrollan. fui a buscar una camisa y me la probé: no me quedaba. "Pero si es mi talla", pensé. "Las han de estár haciendo más pequeñas". Sí, cucha.
En ese momento llega la fase de la negación: "Si tengo camisas del mismo tamaño y me siguen quedando, no es posible", para seguir con la de explicación: "Mira, si ni siquiera te queda de los hombros. !!Claro¡¡ Es más chica".
Estaba yo en esas fases, y después de medirme tres camisas de mi supuesta talla llegué a la conclusión de que había en la sociedad un complot para fabricar ropa liliputense. En ese momento llegó la vendedora -¿Porqué siempre la vendedora más guapa de la tienda es la que está en la ropa de caballeros "Pigs and Talls"?,¿Qué no ven que en ese momento a los gordos el ego está a punto de desmoronarsenos?".
En fin, la linda chica morena llegó y me sonrió.
-¿Le puedo ayudar en algo, señor?
-Esta camisa no me queda, señorita -dije metiendo la panza y haciendo más profunda la voz-¿ No tiene en existencia una talla más grande?
-Cómo no. Acompáñeme.
En ese momento la chica me llevó al lugar más espantoso de la tienda, la sección "Tallas grandes" !!Puta madre¡¡, me sentí un mastodonte al ver aquellas barbaridades: camisas que parecen carpas de circo, chamarras con las cuales se podría construir un albergue para damnificados; pantalones hechos para albergar culos... bueno, indescriptibles. Lo más cruel es que uno, humilde gordo comprador, no puede dejar de pensar: "No puedo estar tan cerdo, no puedo estar tan cerdo".
- Mire -dijo la linda vendedora-. Tenemos una talla 48. Creo que esa es su talla ¿Se la pruba? -en ese momento sentí que mi ego se me iba a hacerle compañia a los hongos de mis pies.
- No, creo que es una talla más chica -dije con una voz aflautada, sin rastro de la voz sexy de la que había hecho gala minutos antes-.
- Creo que tiene razón. ¿Cómo ve la 47 1/2?
- Más chica -mi voz se hizo un leve murmullo de mar
- ¿Una 46?
- Menosss...
- ¿45?
Ya no hablé. Tomé la prenda con la cabeza gacha y me fui a los mostradores. La linda venderora me seguía, saltarina.
- Verá como con ella se ve guapisimo -me dijo, y yo complementé la frase en mi mente "Claro, para ser un zeppelín". Ya en el probador me puse la prenda. Me quedaba bien, demasiado bien. Jalé aire y disimulé el estómago. Me vi al espejo. "No, qué va", me dije" Si me queda enorme esta madre. Seguro soy talla 42 o 40".
- ¿Ya acabó? -gritó la vendedora desde afuera. La sorpresa me hizo soltar el aire, y mis rubicundas carnes llenaron otra vez la camisa, tensando los botones. "Dejate de mamadas", me dije, "Estás hecho un marrano".
Con la misma expresión de quien va a comprar un servicio funerario, salí del probador. Casi de la mano, la vendedora me llevó a la caja, le dió su número de empleada a la cajera y desapareció. "Seguro a torturar a otro pobre panzón", murmuré. "Pinche chamaca flaca esmirrada sonrisa burlona".
- ¿Va a pagar con tarjeta? -casi me grita la cobrona de la cajera al tiempo que, en alto, extiendio la camisa. "!Puta madre, es enorme¡ Parece un pinche mantel. Espero que nadie llegue y me diga: Oiga, qué bonita sábana se compró. Si lo hacen, me muero de la verguenza".
Pague y salgí con mi bulto, con mi camisa, la prueba fehaciente de mi marranez. Me vuelvo a los aparadores. Ahí están los maniquies.
- Pero eso sí...", les digo con la misma apostura que Mac Arthur mentándole la madre a los japoneses, "...Adelgazaré. Vendré y compraré tallas más chicas. Me veré como ustedes, o casi".
Si, chucha.
Omar Delgado.
2005