martes, mayo 01, 2012

CRISTEROS SUPERSTARS



                                              Cristeros con bandera. 1927

 Es natural que un régimen busque legitimarse a través de un mito.
            Hay que recordar el ejemplo del priato: creó toda una narrativa de la revolución mexicana, sintetizando varias insurrecciones aisladas e inconexas (la revolución maderista, el levantamiento en contra de Victoriano Huerta, las rebeliones villista y zapatista), en un movimiento unitario. De igual manera, los gobiernos y simpatizantes del Partido Acción Nacional (PAN) intentan cimentar su origen histórico en  la llamada Rebelión Cristera o Cristiada (1926-1929). Dicho movimiento armado, que tuvo su epicentro principalmente en el occidente del país, fue causado por la aplicación rigurosa de las leyes anticlericales emanadas de la Constitución de 1917, promulgadas por Venustiano Carranza e implementadas por Plutarco Elías Calles a través de la ley que llevó su nombre (Ley Calles). Toda la épica inscrita dentro de la también llamada revolución cristera es comprimida en poco menos de dos horas y media en la película “La Cristiada”, producción México-norteamericana dirigida por Dean Wrigth y escrita por Michel Love, que se comenzó a exhibir en cines nacionales a partir de Marzo de 2012, muy en sincronía con la visita papal de principios de año. 
                                                       
                                                       General Enrique Gorostieta

En “La Cristiada” se hace el esfuerzo narrativo por unificar algunos de los hechos de armas más notables del levantamiento, tales como la batalla de Tepatitlan (17 de Marzo de 1929), o el asalto al tren en La Barca (21 de Abril de 1927), con otros ficticios. De igual manera, se intentan vincular, aunque sin mucho apego a la realidad, a personajes históricos reales como el General Enrique Gorostieta (Andy García, en la película), con el general y sacerdote José Gutiérrez Vega (Santiago Cabrera), el bandolero Victoriano Ramírez (a) El Catorce (Oscar Issacc), el adolescente mártir José Sánchez del Río (Mauricio Kuri), y el activista e ideólogo Anacleto González (Eduardo Verástegui).
            De la historia, hay que comentar que, narrativamente, funciona. Se retrata con eficacia el inicio del conflicto y el enrarecimiento del clima político y social. Los personajes, si bien no presentan demasiados matices, son digeribles gracias al buen oficio de los actores. En ese sentido, quizá el único personaje realmente complejo —y ni tanto—, de la película es justo quien es tomado como elemento vertebrador de la historia: Enrique Gorostieta, veterano de la revolución y de la rebelión Delahuertista, agnóstico alejado del clero, que decide alquilarse a la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa (brazo político del movimiento cristero) a cambio de un sueldo y una pensión para su familia, a quien la interpretación del cubano Andy García le dota de dimensiones épicas. Otra notable actuación es la de Mauricio Kuri, quien logra construir una interpretación verosímil de José Sánchez del Río, un personaje calcado de las estampitas de  iglesia. Kuri encarna a un adolescente travieso que cambia profundamente al ver como los federales fusilan a su amigo, el padre Christopher (Un Peter O´Toole en piloto automático) y que, paulatinamente transmuta en combatiente y, al final, en convencido mártir cristiano.  Otro punto a destacar es  la manera en que el realizador retrata el papel de las mujeres en el conflicto, en especial, las que formaron la liga Juana de Arco: desde abiertas activistas hasta espías y transportadoras de parque. En ese sentido, queda claro en la película de que fueron ellas parte medular en la lucha cristera, y que llegaron a arriesgarse tanto o más que los combatientes armados.
            Ahora vienen los puntos negativos. 

                                         Sacerdote y combatiente Jesús Gutiérrez Vega

En primer lugar, como se dijo al principio, la historia es notoriamente favorable los cristeros. Esto es posible verlo incluso en las caracterizaciones, pues mientras los alzados tienen rasgos típicamente criollos, los soldados federales son marcadamente morenos e indígenas; mientras los generales de la cristiada son varoniles y gallardos, los militares del gobiernos son físicamente desagradables, desfigurados y sucios; mientras que a cada uno de los cristeros se le dota de una personalidad definida, la soldadesca callista es una masa indiferenciada de asesinos.  Este hecho le da un tono racista innegable a la película.
            
            El otro punto en contra es la falta de rigor histórico del filme, mismo que, por supuesto, retrata una visión idealizada del conflicto. Los personajes cristeros (El Catorce, el Padre Gutiérrez Vega, el mismo Gorostieta), son presentados como simpáticos rebeldes, cuando en realidad fueron combatientes más que sanguinarios. Un ejemplo puntual: En la acción armada de La Barca, misma que se plasma en la película, el Padre Gutiérrez Vega, quien comandaba al grupo atacante, furioso por que en la gresca había muerto su hermano, ordenó deliberadamente incendiar los convoys de pasajeros. Esta decisión tuvo como consecuencia que más de cincuenta personas, incluyendo tanto a soldados como a mujeres y niños, murieran carbonizados o asfixiados. Por otro lado, este ataque fue consecuencia del ajusticiamiento del ideólogo Anacleto González, martirizado y acuchillado por la policía de Guadalajara días antes de los hechos en La Barca y que en la película aparece como un hecho posterior—. En otras palabras, la masacre —por cierto, de un tren que venía de la Ciudad de México, fue un acto deliberado de venganza ejecutado contra personas indefensas. 
          
                                                   Victoriano Ramírez "El Catorce"

Otras mentiras evidentes tienen que ver con el fin de los caudillos cristeros: El Catorce, por ejemplo, no muriò heróicamente, sino que fue mandado asesinar por el mismo Gorostieta debido a su conducta indisciplinada; el Padre Gutiérrez Vega,  si bien falleció en la Batalla de Tepatitlan, tal y como se ve en el filme, no combatió con Gorostieta hombro con hombro, tal y como se retrata en el filme, y sobre todo, a este último fue muerto en una emboscada orquestada entre el ejército federal y el  alto clero mexicano. El máximo general cristero, enfurecido al ver que la obispada comenzaba a pactar con el gobierno, comenzó a planear una rebelión que pudiera extenderse a todo el país y que incluso llevara a un cambio de régimen con él mismo en la presidencia. Como consecuencia, los eclesiásticos que en un principio lo habían financiado, acabaron delatando su paradero ante el gobierno federal. En otras palabras, Enrique Gorostieta, el hombre cuyo genio militar convirtió a una serie de  grupos armados dispersos en un ejército en forma que puso a temblar al mismo Plutarco Elías Calles, fue traicionado por sus propios patrocinadores.
           Mención aparte merece el martirio y ejecución del joven José Sánchez. Si bien, la manera en como las filma el realizador es muy cercana a la realidad histórica, hay ciertos detalles que son introducidos con calzador para aumentar el dramatismo: por ejemplo, la familia del niño nunca estuvo en el cementerio en donde murió, y por supuesto, jamás hubo ningún intento del General Gorostieta por rescatarlo —de hecho, es improbable que se hayan conocido. Así, la historia del martir José Sánchez, desgarradora por sí misma, queda reducida a una mala copia de la escena final del Braveheart de Mel Gibson.
            En conclusión, a pesar de que el tono de la película es parcial y los errores históricos son evidentes y para nada accidentales, es positivo para la sociedad mexicana recordar uno de los capítulos más complejos y oscuros de la historia mexicana. Finalmente, y a pesar de nuestras filiaciones ideológicas, es necesario aceptar que la rebelión cristera tuvo su fundamento y sus razones, y que comprender tanto el uno como las otras es indispensable para interpretar correctamente el momento social que vivimos actualmente.
            Pues, finalmente, quienes nos gobiernan actualmente son descendientes, ideológicos o biológicos, incluso, de esos serranos que se alzaron para defender su derecho a creer.

Omar Delgado
2012

P.S. ¿Quién chingados le dijo al de casting que Rubén Blades se parecía a Plutarco Elías Calles?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por los comentarios negativos parece que no se enteraron que desde un principio advirtieron los realizadores de la película que la misma tiene imprecisiones con toda la intención de que se hable, se investigue y se comente sobre el tema para que se escriban libros y se realicen más filmes en relación con esta importante gesta heróica con versiones que a poco vayan dejando en claro la real y verdadera historia. Lo que laudablemente trataron de destacar en esta película es que fue una gesta heroica realizada por HOMBRES de muchísimo valor civil y religioso en contra de decisiones de gente cegada por ideas no propias de ellos ni mucho menos por beneficiar a los mexicanos en ninguna forma, sino vulgares copias de ejemplos tomados de países extraños, (En Francia en 1915 un ministro Clemenceau estuvo a punto de hacer algo similar con la iglesia católica pero al anticipar que conduciría a un conflicto desistió argumentando que ninguna ley valía el derramamiento de sangre francesa), para aplicar equivocadamente en un México que en realidad no conocían y ni idea tenían de lo que sus ciudadanos eran capaz de hacer cuando se hartan de ser pisoteados por patanes necios y arrogantes. Reconozcamos y celebremos ese gran valor demostrado mil veces y démos gracias a D que por ellos se sigue practicando la libertad de cultos en el México que todos los nacionales debemos amar. ¡Viva Cristo Rey!